47. INICIA EL BAILE
LORD LORENZO
—Hemos llegado, Mi Lord —me avisa de forma innecesaria el cochero.
—Deme un momento —le respondo sin mirarlo, mientras reúno el valor para soportar los sofocantes momentos que sin duda me esperan.
La música festiva se filtra desde la mansión: violines, risas, pasos apresurados. A través de la ventanilla distingo a los invitados en el jardín, pendientes de descubrir quién descenderá de este carruaje. Sé lo que me aguarda: sonrisas corteses, cumplidos vacíos y, detrás de todo ello, veneno. Nadie deja pasar la oportunidad de criticarme mientras buscan sacar algún beneficio a costa mía.
Respiro hondo. Mi pie toca el suelo y, como un actor que ya conoce su libreto, mi rostro adopta la mueca neutra que tanto he practicado frente al espejo. Ni demasiado frío ni demasiado accesible. Justo lo necesario para no alimentar ilusiones en alguna jovencita ansiosa, y mucho menos en una madre desesperada por entregar una hija.
Los murmullos crecen apenas mi silueta se revela bajo la luz d