El sol se alzaba apenas sobre el horizonte cuando el grupo encabezado por Drak alcanzó la frontera del Reino de los Vampiros. No era un reino como los humanos lo imaginarían, con murallas y castillos de piedra: era un dominio antiguo, tallado en la médula misma de la tierra, oculto bajo montañas encantadas y bosques que susurraban en lenguas olvidadas. Las murallas habían sido reforzadas con hechizos antiguos, y una energía poderosa se sentía en el aire.
Dentro del dominio, los caminos se bifurcaban como raíces vivas. Las casas estaban construidas en piedra negra y madera de sangre, con jardines etéreos flotando en terrazas de cristal. No había miedo, ni sospecha. Los vampiros salieron a recibir a su rey con respeto… pero sus miradas se clavaban con curiosidad en la mujer a su lado.
Elzareth.
Seis horas más tarde, los aldeanos llegaron sin problemas al reino. La mano derecha de Drak aseguró el resguardo de los aldeanos en una de las fortalezas subterráneas.
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Consecuencias y prepara