La marcha hacia el Reino de los Vampiros comenzó al amanecer. Bajo la protección de la neblina matutina, la caravana se ponía en movimiento: los aldeanos, cargando lo poco que pudieron rescatar, el titán en su papel de guardián silencioso, los faes desplegados como sombras vigilantes entre los árboles. Y en el centro de todo, Elzareth y Drak, caminando lado a lado, sin hablar mucho, pero compartiendo una conexión que crecía con cada paso.
A pesar del cansancio que aún pesaba en sus cuerpos, el grupo avanzaba con determinación. Elzareth mantenía la vista en el horizonte, pero sus pensamientos viajaban en otra dirección. Las palabras de la figura en su visión no dejaban de repetirse en su mente: El amor o el ciclo eterno. ¿Qué significaba eso realmente? ¿De verdad su unión con Drak podía romper el equilibrio del mundo?
Mientras tanto, muy lejos de los senderos recorridos por la caravana, el Reino de los Cielos ya no guardaba silencio. En las esferas superiores, los arcángeles habían con