Reanudaron la marcha sin dispersarse. El aire todavía guardaba el mal sabor de la pelea y las miradas iban por delante, no hacia atrás.
Kael tomó la vanguardia con dos de los suyos y no cruzó palabra con nadie.
Ethan caminó junto a Adelia, atento a cada cambio del terreno y a cada gesto en su rostro. La piedra de Auren marcaba un rumbo constante hacia el sureste, tibia en el cinto como una brújula viva.
En su marcha el suelo cambió de textura. La costra de sal se abrió en corredores entre cuchillas bajas, con vetas de cuarzo que asomaban como costillas. Auren respondió con un leve aumento de calor que Adelia reconoció de inmediato. Había algo en esa dirección, no un portal, pero sí una señal relacionada con los fragmentos.
Doblaron sin romper formación. El aire vibraba con una resonancia baja que no provenía del Vacío. Era más bien el eco de algo enterrado. Darel se agachó, removió polvo y descubrió una marca en forma de medialuna. Taren la reconoció como señal de “nido”, usada por dr