El aeropuerto estaba lleno de luces y murmullo constante, pero para Valeria todo parecía desvanecerse en un segundo. Cada instante que Adrian se acercaba a Isabella, cada gesto, cada conversación y cada sonrisa dirigida a ella, la llenaba de celos y ansiedad. Sabía que este viaje no era por placer, sino por negocios y por la familia de Isabella, quienes esperaban el anuncio formal de su compromiso.
Valeria permanecía en la zona de espera, observándolo con la mirada fija, el corazón latiendo desbocado. Cada vez que él sonreía o le hablaba con normalidad a Isabella, un fuego de celos y deseo se encendía dentro de ella.
—¿Por qué me duele tanto verla a ella a tu lado? —murmuró para sí misma, mientras apretaba los puños—. ¡Yo soy la única que importa para ti!
A pesar de saberlo, la presencia de Isabella era un recordatorio cruel de que había límites que Adrian imponía y que ella, aunque deseaba, no podía ignorar. Su respiración se aceleró cuando lo vio acercarse hacia ella antes de aborda