capítulo 2

El aire en la residencia olía a pino noble y carne de venado, una mezcla que debería ser acogedora, pero que se sentía como una trampa perfumada. La familia ya estaba comiendo cuando entramos, y cada clic de cubiertos contra la porcelana sonaba como un veredicto. Mis ojos se aferraron a ellos, buscando en sus rostros la razón por la que mi padre nos había cambiado por esta perfección de escaparate.

La mujer que ocupaba el lugar de mi madre era alta y esbelta, con una belleza tan delicada que parecía tallada en hielo. Junto a ella, una niña —mi media hermana— era su réplica exacta: cabello de azabache, ojos grises como la ceniza y esa piel moreno claro que todos aquí compartían como un estandarte de pureza. Un sello de linaje que yo no llevaba.

Pero fue el chico —Ryan— quien captó mi atención. Sumergido en su celular, sus dedos danzaban sobre la pantalla con una destreza que desentonaba en este lugar de garras y colmillos. Llevaba el mismo cabello castaño desordenado que mi padre y que yo. Nuestras similitudes físicas eran innegables: la misma altura, la complexión atlética, la mandíbula cuadrada. Éramos dos versiones de un mismo molde, separadas por el accidente de quién era nuestra madre. Y, sin embargo, su indiferencia era un muro. ¿Realmente no le importaba nuestra presencia o era una máscara tan pulida como la sonrisa de Camila?

Un nudo de incomprensión me apretaba el pecho. Esta familia, este castillo en las nubes, esta mujer de hielo y sus hijos perfectos... ¿por qué no habían sido suficientes para él?

Antes de que el nudo me ahogara, Camila se levantó. Su aproximación no fue un simple caminar; fue un despliegue calculado de elegancia y poder.

—Lina —dijo, y su voz era tan suave como la seda—. Soy Camila, la Luna de esta manada. Francamente, nunca anticipé este momento. —Extendió una mano impecable. La mano de mi madre, callosa y temblorosa, se encontró con ella en un apretón que era todo menos un saludo. Era una medición de fuerzas—. Mi más sentido pésame. Kharid... era un hombre complejo.

—Gracias —murmuró mamá, su voz un hilo quebrado—. Es una pérdida para todos.

Los ojos de Camila, del color del granito, se posaron en mí.

—Y tú debes ser el misterio hecho carne. Vastyr. —Su sonrisa no llegaba a sus ojos—. Su existencia fue el secreto mejor guardado de mi esposo. No te ofendas si mi sorpresa es tan evidente como la tuya.

Al sentarnos, la abundancia en la mesa me pareció obscena. Suficiente para alimentar a veinte, para nosotros seis. La opulencia era un mensaje claro: esto es lo que perdiste.

—¿Esperamos a alguien más? —pregunté, incapaz de contener la punzada de ironía.

—Solo nosotros —respondió Camila, serena—. Como dije, tu existencia era un dato clasificado. Excepto, al parecer, para Rod.

—¿Podríamos saber por qué el secreto? —inquirió Camila, y noté cómo la niña a su lado contenía la respiración.

Mi madre respiró hondo.

—Cuando te desprecian por ser humana, no exactamente te mueres por entregarles a tu hijo. Y no sabíamos si... sería como ustedes.

—Ah, pero la sangre siempre encuentra su camino, querida —dijo Camila, con una dulzura que cortaba más que un grito—. Mi esposo se unió a mí por deber, no por amor. Soy hija de Alfa; mi linaje es impecable. Él siempre te amó a ti, Lina. Lo supe desde el primer día. —Hizo un gesto a una sirvienta para que se llevara a la niña, pero la pequeña, desobedeciendo, se escabulló y se plantó frente a mí.

Sus grandes ojos grises me escudriñaron sin piedad.

—¿Tú eres mi hermano? —preguntó, y su voz era tan clara como el agua de manantial.

Mi corazón se encogió. Me preparé para el rechazo, el insulto, la violencia. En mi mundo, los extraños eran una amenaza. Pero sus pequeños dedos se cerraron alrededor de los míos.

—Estás triste —declaró, como un hecho incontrovertible—. Yo también. Por eso te buscaré después, para que caminemos juntos. Cuando estás triste, no debes estar solo. —Su mano, cálida y confiada, se apretó contra la mía por un instante eterno antes de soltarme y seguir a la sirvienta.

Un calor inesperado, frágil y desarmante, floreció en mi pecho. Era un puente tendido en el abismo.

El momento se rompió cuando Camila volvió su mirada a mí, y la ternura se esfumó.

—Volvamos a asuntos de sangre. Vastyr, es crucial que me digas: ¿sigues siendo virgen?

Mi madre se puso de pie de un salto, la silla chirriando contra el piso de piedra.

—¡Eso no es asunto suyo!

—Todo lo concerniente a la sangre de mi difunto esposo es asunto mío —replicó Camila, imperturbable—. La sangre Alfa es un veneno en venas humanas: se diluye, se corrompe. Con tu madre fue... una transgresión permitida por el lazo. Pero ¿un hijo mestizo con una humana cualquiera? Eso el Consejo de Alfas no lo toleraría. —Sus ojos se clavaron en los míos, desafiándome a mentir—. ¿Sí o no?

—No —dije, la palabra saliendo como un latigazo—. No he estado con nadie.

Ella asintió, un movimiento lento y deliberado.

—Bien. Por ahora, te creo. El castigo por mentir sobre esto... bueno, digamos que tu lobo interno, si existe, te devoraría la conciencia antes de siquiera nacer.

Fue entonces cuando Ryan, sin levantar la vista de su teléfono, soltó un comentario que cortó el aire como un cuchillo:

—No le hagas demasiadas preguntas, madre. Seguro el pobre humano ya está confundido. Mira cómo mira todo, como si fuera tonto.

El silencio que siguió fue absoluto. Hasta mi madre contuvo la respiración. Sentí todas las miradas clavadas en mí, esperando mi reacción. Ryan finalmente alzó la vista, una sonrisa burlona en los labios.

—No soy tonto —dije, y mi voz sonó más firme de lo que esperaba—. Y no estoy confundido. Estoy observando. Aprendiendo. En mi mundo, llamamos a eso inteligencia, no estupidez. Pero entiendo que aquí quizás no estén acostumbrados a alguien que piensa antes de actuar.

Camila lanzó una mirada de advertencia a su hijo, pero yo no aparté la vista de Ryan.

—Desarrollé una aplicación a los dieciséis que genera más ganancias que todo lo que he visto en esta mesa. Si eso es ser tonto, quizás deberían revisar su definición.

Ryan guardó su teléfono lentamente, por primera vez completamente enfocado en mí. La burla había desaparecido de sus ojos, reemplazada por una curiosidad fría y calculadora. Había subestimado a la fiera humana, y ahora la estaba reevaluando.

—Lina —continuó Camila, cambiando rápidamente de tema como si el intercambio no hubiera ocurrido—, no soy tu enemiga. Si lo deseas, el puesto de Luna te pertenece. Yo puedo... apartarme.

Mi madre la miró como si hubiera propuesto prender fuego al bosque.

—No. Estaremos para el funeral y nos iremos.

—Piénsalo, por favor —insistió Camila, y por primera vez, una grieta de genuina urgencia asomó en su voz—. Tu hijo debe quedarse hasta cumplir los dieciocho. Necesitamos saber si la semilla de Kharid echó raíces. Un año, Lina. Es todo lo que pido. Para la manada. Para la estabilidad que tu amado luchó tanto por construir.

Mamá se levantó, su decisión final tallada en cada línea de su cuerpo.

—Dijo que no.

Mientras seguía a mi madre hacia la salida, mis ojos se encontraron con los de Ryan. Por un instante, su mirada se despegó de la pantalla. No había indiferencia allí, sino una evaluación fría y calculadora. Un desafío silencioso. Le había demostrado que no era el humano débil que esperaba.

Sin pensarlo, mientras pasaba junto a la mesa rebosante, tomé dos panes y los rellené con tanta carne como pude. No era hambre. Era un acto de rebelión. Un recordatorio de que, en este mundo de apariencias, yo no jugaría sus juegos.

—Gracias por la... hospitalidad —dijo mi madre en la puerta.

—Piénsalo —repitió Camila, y sus palabras flotaron en el aire helado—. Por él.

Al salir, el viento de la montaña me golpeó como una bofetada. Guardé los panes en mi chamarra, su peso insignificante contra el nuevo yugo que sentía sobre los hombros. El niño que solo anhelaba ver a su padre había muerto en esa residencia. Lo que salía caminando era un fantasma con sangre de Alfa, un heredero de un trono de espinas, atrapado entre dos mundos que se disputaban su alma.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP