**Isabella Montalvo** Siempre he estado por mi cuenta. Huérfana a los diez años, tuve que aprender desde muy pequeña a no apegarse a nadie. Mi vida consistía en trabajar y mantener a Alan, mi medio hermano, lejos de los problemas... **Jacob Emer** Más de medio millón de personas sintonizan mi programa de televisión cada día. Confían en mí para mantenerse informados. Me gusta creer que soy honesto, sin importar la historia que cuente. Muchos me llaman frío, calculador, incluso sin corazón. Y tienen razón. Pero tengo un secreto: el hombre con el que he estado los últimos cuatro años… y ahora *ella* aparece para cambiarlo todo. **Owen Mason** Solo quiero tres cosas: 1. A Jacob Emer y a Isabella Montalvo, los dos en mi cama. 2. Ser el mejor chef del país. 3. Averiguar cómo conseguir lo primero sin arruinar lo segundo. Tres personas. Una historia de amor. La vida nos está dando algo que ni en nuestros sueños más locos podríamos haber imaginado.
Leer más—¿Quién tenemos fuera de la estación de policía? Todo es cuestión de tiempo —interrogué, tomando un sorbo de café antes de escupirlo con asco. Mis ojos se clavaron en el interno como si fuera un objetivo a abatir—. ¿Esto es un café o agua sucia de fregar platos?—Es… su café, señor Emer —tartamudeó el pobre diablo.—¡Ah, gracias por aclararlo! Por un momento pensé que me habías traído té de hierbas con leche de almendras —levanté la taza como si fuera prueba judicial—. Bebo mi café negro, como mi humor después de que Finn se llevara el informe Parker. ¿Ves algo negro aquí? ¡No! ¿Sabes qué veo? Un interno despedido. —Pero… ¡solo llevo aquí media hora!—¡FUERA! —rugí, señalando la puerta con un dedo que temblaba de rabia contenida—. Y dile a Recursos Humanos que te den un test de daltonismo con tu indemnización.El chico salió tropezando mientras el resto del equipo se encogía en sus sillas. Todos menos Scarlet, que sonreía como si estuviera tomando notas mentales para un futuro chant
Horas más tarde—¿Le pediste que se casara contigo?—preguntó Owen, arqueando una ceja mientras Jacob se dejaba caer en la cama con un dramático gemido. Jacob cubrió su rostro con el brazo, como si intentara esconderse de la realidad. —Iba solo a invitarla a salir, pero… empezamos a hablar del auto, el viento le jugaba con el pelo, y luego citó a Milano… y algo en mí simplemente… ¡pum!—hizo un gesto explosivo con las manos—. ¡Exploté como un volcán de romanticismo barato.!Owen se inclinó sobre él, atrapándolo contra el colchón con una mirada entre exasperada y divertida. —¿Y qué exactamente explotó, Jacob? ¿Tu cerebro o tu sentido común? Porque, sinceramente, no sé cuál de los dos es más preocupante. Si quieres te hago una cita con el mejor neurólogo de la ciudad.Jacob lo miró, desafiante, aunque con una sonrisa pícara. —No necesito un médico Owen. Pensé que si los tres ganábamos, ¿por qué no? Tú la quieres, ella te quiere, yo consigo que mi madre deje de molestarme con eso d
Owen observaba cómo Jacob se ajustaba el cuello de la camisa frente al espejo, claramente nervioso. —"Recuerda el plan—", dijo Owen, cruzando los brazos. —"Solo le pides que sea tu novia. Nada de dramas, nada de propuestas locas. ¿Entendido?" Jacob giró con una sonrisa desafiante. —"¿No confías en mí?" —"Confío en que eres capaz de arruinarlo todo en cinco segundos si te dejo solo", replicó Owen secamente. Jacob se rio, tomando las llaves del auto. —"Relájate. Tengo esto bajo control". Owen no respondió. Sabía que no había control posible cuando se trataba de Jacob. *************************************************Una hora después Jacob, se detenía en el semáforo. Tenía que recocer que estaba nervioso miro ambos lados de la calle y vio una tienda, necesitaba fumar un cigarro para calmar la ansiedad era un mal hábito que había adquirido cuando era corresponsal de guerra. La campanita de la tienda sonó cuando entró vio a una chica de unos veinte años leyendo en el mostrado
Jacob Me dirigí arriba por las escaleras. Podía ver la bandeja que Isabella dejó. Cubrió cuidadosamente toda la comida con envoltura plástica, incluso el agua. —Iren, abre. Soy yo —dije mientras tocaba la puerta. Sin respuesta. Suspiré conocía a mi prima, sabía que intentar otro enfoque con ella si quería que me dejara entrar —Iren, si no hablas, voy a pensar ya sea que estás muerta o muriendo y tendré que tumbar la puerta. —¡Vete! —gritó, arrojando algo contra la pared. —Iren, no eres una niña. Lo entiendo, estás molesta, pero no puedo ayudarte si no me dejas entrar —dije. Cuando siguió sin responder, suspiré, tomando asiento contra su puerta y estirándome por su bandeja de comida. —Bien, esperaré. Sabes cómo amo comer pasta fría —bromeé, quitando la envoltura y llenando con la pasta mi boca. No había comido en todo el día. Realmente no traté de probarla tras un segundo, pero el sabor se quedó en mi boca. Ya sea que me hallaba demasiado acostumbrado a la comida de Owen
OwenEran un poco pasadas de las diez cuando llegué a la casa de Iren. Jacob había insistido en que estaría allí en cinco minutos, y aunque dudaba de su puntualidad, esperaba que esta vez fuera cierto. Iren necesitaba a su primo esa noche, más que nunca después de lo ocurrido años atrás. Ella se merecía su presencia, aunque él nunca fuera el tipo de hombre que se quedaba donde debía. La escena al entrar era patética: cuatro invitados, más pálidos que espectros, apiñados cerca de la entrada como si esperaran una señal para huir. El personal, en cambio, parecía más animado, aunque solo fuera por el alcohol robado. —Bienvenido, señor, ¿puedo tomar su abrigo? —preguntó un mayordomo con una sonrisa forzada. —Estoy bien, amigo. No pienso quedarme lo suficiente como para calentarme —respondí, pasándole de largo mientras buscaba con la mirada algo o alguien que valiera la pena, sabía que era una remota posible de que ella estuviera aquí. Aunque la esperanza es lo último que se pierde,
Lo primero que noté al entrar al apartamento fue que " todo era increíblemente beige". Las paredes, los muebles, incluso los cojines… Parecía el escenario de un vídeo de ASMR, pero sin la parte relajante. "Bueno, los ricos tienen sus cosas", pensé, recordando que criticar los gustos ajenos no pagaría mis facturas. —¡Oh, Dios mío, otra más! —exclamó una voz aguda. Respiré hondo. La dueña del lugar, una rubia de corte bob perfectamente alineado (como si lo hubieran medido con un láser), se acercó balanceando una copa de vino como si fuera un cetro. "Me irritó al instante" ¿Quién se creía para hablarme así? Sí, ella pagaba, pero eso no la convertía en la reina del universo. —Por favor, dime que "al menos" hablas inglés —dijo, mirándome como si acabara de pisar su alfombra persa con barro. "Claro que hablaba inglés." Pero recordé el consejo de Luisa, mi compañera del Rabbit: "Si una cliente es insufrible, juega tonta. Que se frustren solas." —No hablo inglés —dije, imitando el a
Último capítulo