Dulce Placer

Dulce PlacerES

Romance
Última actualización: 2025-07-25
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Resumen
Índice

**Isabella Montalvo** Siempre he estado por mi cuenta. Huérfana a los diez años, tuve que aprender desde muy pequeña a no apegarse a nadie. Mi vida consistía en trabajar y mantener a Alan, mi medio hermano, lejos de los problemas... **Jacob Emer** Más de medio millón de personas sintonizan mi programa de televisión cada día. Confían en mí para mantenerse informados. Me gusta creer que soy honesto, sin importar la historia que cuente. Muchos me llaman frío, calculador, incluso sin corazón. Y tienen razón. Pero tengo un secreto: el hombre con el que he estado los últimos cuatro años… y ahora *ella* aparece para cambiarlo todo. **Owen Mason** Solo quiero tres cosas: 1. A Jacob Emer y a Isabella Montalvo, los dos en mi cama. 2. Ser el mejor chef del país. 3. Averiguar cómo conseguir lo primero sin arruinar lo segundo. Tres personas. Una historia de amor. La vida nos está dando algo que ni en nuestros sueños más locos podríamos haber imaginado.

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Capítulo 1

Capítulo 1

**Isabella**

**Sábado en la Noche**

Nunca conocí a mis progenitores. Bueno, no del todo. Mi padre se fue apenas nací. Mi madre solía decir que estábamos mejor sin él, y así fue… hasta que conoció a Martin. Luego llegó Alan, y por un momento, creí que podríamos ser felices, una familia de verdad.

Hasta que ocurrió.

Una noche, mi mamá y Martin nos sacaron de la cama a toda prisa. Nos pusieron algo de ropa y unos cuantos juguetes en las mochilas. Recuerdo cómo mi madre escondía unos billetes en el bolsillo interno de mi chaqueta, susurrándome que me mantuviera callada. Subimos al auto de Martin y, horas después, paramos en un pequeño restaurante de carretera.

No decía nada, pero sabía que algo grave pasaba. Escuché palabras sueltas: México, deuda, peligro. Vi a mi madre secarse las lágrimas a escondidas. Luego nos dieron batidos—de fresa para mí, chocolate para Alan—y mientras me dormía, sentí su mano acariciándome el pelo.

—Tenés que ser una niña valiente—me dijo—. Los llevaremos con unos amigos. Estaréis a salvo.

Y después… nada.

Desperté en un hospital. Las enfermeras murmuraban sobre lo "afortunados" que éramos mi hermano y yo. Hubo un accidente. Mi madre y Martin murieron, al parecer mi madre nos había dado algún para que para dormir durante todo el caminó nos permitió no sufrir el trauma del accidente. Solía escuchar a las enfermeras que eso fue una bendición según las pocas conversaciones que pude escuchar, ellos había quedado en muy mal estado y que no habían muerto al instante.

Alan tenía ocho años. Yo, diez.

Ese día, crecí de golpe.

Entre mis pocas pertenencias, encontré una carta de mi madre. No decía mucho, solo que Martin se había metido con gente peligrosa y que ella iba a irse con él. En ese momento, entendí: nos estaba abandonando. Pero el destino se adelantó.

Servicios Sociales nos recogió. Durante años, fantaseé con una vida distinta: un barrio bonito, una familia amorosa, una carrera universitaria… Pero la vida no es un cuento de hadas. La mía ha sido, básicamente una m****a.

Aunque… una chica puede soñar, ¿no?

Ahora, veinte años después, sé que los sueños son para tontos. La realidad es cruda. Solo tengo un "trabajo" (si es que se le puede llamar así) y un montón de facturas que pagar.

—¡Mierda, qué frío!—murmuré, subiendo el cierre de mi chaqueta hasta el cuello y cruzando los brazos mientras esperaba en la esquina.

—¡Oye, cariño! ¿No me digas que te vas?

"Ignóralo. No pierdas la calma. Estos imbéciles siempre son iguales."

—¡Te estoy hablando, bombón!

"No estoy aquí. Por favor, déjame en paz". Apreté los dientes para no soltarle un insulto o, mejor aún, una patada en medio de las piernas.

—¡Oye, zorra!—Agarró mi brazo y me jaló hacia él—. ¿Tan antipática tenés que ser?

Ni siquiera lo miré. Los hombres aquí eran como perros callejeros: si cruzabas la mirada, no te soltaban.

—No estoy de turno—dije con voz fría—. Pero si buscás compañía, el club está abierto.

—Pero yo no quiero entrar…

—Gabe—una voz áspera cortó el aire—. ¿Qué te dije sobre molestar a mis chicas?

Reconocí ese tono. "Alan"

Cuando se paró detrás de mí, contuve las náuseas. Mi hermano nunca le permitió a nadie de su círculo de amistades si a estos tipos se les puede llamar amigos conocer nuestra conexión. Para ellos solo éramos conocidos y viejos compañeros de casa de acogida

—Solo estábamos hablando…—balbuceó el tipo.

—Pues hablá con alguien más—gruñó Alan—. Entrá o andate.

El idiota soltó mi brazo y se alejó hacia la puerta del " Rabbit"

Mientras miraba el letrero de neón, pensé en lo irónico que era: no era una metáfora, sino el nombre real del club de striptease—perdón "club de caballeros"—donde trabajaba. Como decía Mary: "Mejor pagar las facturas y tener un techo que mendigar con dignidad."

El *Rabbit* era, según Alan, nuestro "boleto a algo mejor".

—Bella, esto es temporal—solía decirme, como si eso cambiara que nuestras vidas eran un desastre.

—Estás siendo difícil, Bella—susurró ahora, usando ese tono condescendiente que odiaba.

—¿Difícil? —Me giré hacia él, pero tuve que levantar la vista. Alan había heredado la estatura de su padre… y todas sus malditas mañas. Lo único que compartíamos eran los ojos de mamá. A veces, deseaba negar hasta ese vínculo.

—Bella…

—¡No soy una de tus chicas, Alan! —exploté— No me desnudo. Soy camarera, contadora, modista… ¡Hago de todo! —levanté las manos vendadas—. ¿Ves esto? Me lo hice cosiendo el sostén de Jass ¿Sabés lo difícil que es coser lentejuelas? ¡Jodidamente imposible!

— Bella…

—¡Y esto! —señalé el vendaje en mi pulgar—. ¡Es lo que me costó tu estúpida grapadora de m****a!

— ¡Ya entiendo! —gritó, frustrado.

—No, no entiendes —crucé los brazos—. La gente muestra gratitud con dinero en este negocio. Si no hay dinero, es porque no valoro mi esfuerzo.

Suspiró.

— Sos tan terca…

— Como una mula. Y eso lo heredé de mi padre, no de mamá. Así que no la menciones.

— Sabés lo que cuesta mantener este lugar…

—¡Soy tu contadora, idiota! —bufé—. Si dejaras invertir en comprar bebida que nadie pide y que hay que votar botellas enteras porque tiene fecha de caducidad esos estúpidos bocadillos que nadie come y que terminan en el suelo, cambiaras las luces a LED, ahorraríamos trescientos dólares al mes. Sin mencionar todas las estupideces en las que se te ocurra invertir para atraer según tú clientes, si quieres más clientes hazlo bien, busca alguien que sepa cómo hacer publicidad. Y de paso ahórrate el dinero, un dinero que puede ser bien empleado en mi. Alan necesito un aumento, el salario miserable que me pagas no cubre todo lo que aquí hago...

—Mira, hablamos mañana. Hoy se llena…

—¡Isabella!—Lady asomó la cabeza, su pecho torcido por un broche roto—. ¡Ayudame, por favor!

Miré a Alan con exasperación. ¿Ves? Esto es lo que importa.

—¿No tenés otro sostén? —gruñó él.

Lady puso los ojos en blanco, mientras ponía una de sus manos en su cadera y explotaba una bomba del chicle rosa

—Sí, pero si Crystal se enoja porque tengo mejor traje de Supergirl, le digo que fue idea tuya.

—¿Supergirl? —preguntó, confundido.

— Es noche de Héroes —recordé, exasperada. ¿Cómo olvida sus propias estupideces para atraer más clientes?

—¡Mi show es en cinco minutos! —rogó Lady.

—"Por favor" —añadió Alan, retrocediendo—. Lo hablamos mañana. Te necesitamos.

—Bella —Crystal apareció en la puerta—. ¡Por favor!

—¡Bien! —cedí, sintiéndome como una niñera de adultos inmaduros.

Antes de entrar, clavé el dedo en el pecho de Alan:

—Si mañana no hay aumento, renuncio. Y esta vez en serio.

No necesitaba mirarlo para saber que ya había borrado la conversación de su mente.

Dentro del vestuario, saqué mi kit de emergencia: pistola de pegamento, agujas, brillo corporal…

— ¿Quién es la primera? —pregunté, mientras todas sonreían aliviadas.

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