**Isabella Montalvo** Siempre he estado por mi cuenta. Huérfana a los diez años, tuve que aprender desde muy pequeña a no apegarse a nadie. Mi vida consistía en trabajar y mantener a Alan, mi medio hermano, lejos de los problemas... **Jacob Emer** Más de medio millón de personas sintonizan mi programa de televisión cada día. Confían en mí para mantenerse informados. Me gusta creer que soy honesto, sin importar la historia que cuente. Muchos me llaman frío, calculador, incluso sin corazón. Y tienen razón. Pero tengo un secreto: el hombre con el que he estado los últimos cuatro años… y ahora *ella* aparece para cambiarlo todo. **Owen Mason** Solo quiero tres cosas: 1. A Jacob Emer y a Isabella Montalvo, los dos en mi cama. 2. Ser el mejor chef del país. 3. Averiguar cómo conseguir lo primero sin arruinar lo segundo. Tres personas. Una historia de amor. La vida nos está dando algo que ni en nuestros sueños más locos podríamos haber imaginado.
Leer másEl sonido a través del comunicador era un imán irresistible, un vórtice de deseo que atraía cada fibra de su ser. Isabella dejó el dispositivo suavemente sobre el cambiador, junto a un ya dormido Elías León. Los otros dos trillizos descansaban plácidamente, ajenos a la tormenta sensual que rugía en otra parte de la casa.Su corazón era un tambor de guerra contra sus costillas. Cada gemido ahogado, cada jadeo áspero, cada susurro cargado de promesas que llegaba desde ese pequeño altavoz, encendía un fuego más profundo dentro de ella. Sabía lo que hacían. Sabía que era una invitación, una provocación calculada, una respuesta magistral a su propio juego.Y quería unirse a ellos. Dios, cómo quería. Pero el juego lo había comenzado ella. Y ahora ellos habían subido la apuesta. Abrir esa puerta de par en par y lanzarse sobre ellos sería rendirse. Sería ceder el control que tan deliberadamente había cultivado.No. Esto era una partida de ajedrez erótica. Y ella no iba a dar un jaque mate tan
Los quejidos lastimeros de Elías León se apagaron, reemplazados por el suave sonido de su respiración al succionar el biberón que Isabella le ofrecía en la penumbra de la habitación. Lucía y Mateo dormían profundamente en sus cunas, ajenos a la tensión que palpitaba en la casa.En el salón, Owen y Jacob se miraron. La provocación de Isabella había dejado una estela de deseo tangible en el aire, tan espeso que podía cortarse con un cuchillo. Ambos estaban al límite de su resistencia.— Esto es tortura pura. Ella lo sabe.—Susurrando, con los ojos fijos en el monitor del bebé donde se veía a Isabella meciendo a Elías— Sí. Y le encanta. Marcaba el ritmo, dijo. Bueno, estamos siguiendo sus reglas. Pero no dijo nada sobre no... jugar dentro de ellas.—Pasándose una mano por el rostro, con una tensión palpable en la mandíbulaUna sonrisa lenta, llena de complicidad y deseo reprimido, se dibujó en el rostro de Owen. Su mirada se desvió hacia el comunicador de bebé que descansaba en la mesa de
El aire en la sala era espeso, cargado de una electricidad que no se sentía desde antes de la llegada de los bebés. Isabella se movía con una gracia deliberada, cada gesto una insinuación, cada mirada una promesa. Jacob y Owen, como dos lobos acechando una presa que anhelaban pero respetaban demasiado para embestir, comenzaron a responder. No con palabras, sino con un contrajuego igual de sutil y cargado de intención.Isabella se inclinó sobre la cuna de Mateo Benjamín para ajustar su mantita. El escote de su blusa se abrió levemente, revelando el borde de encaje burdeos. Desde el sofá, Owen dejó de fingir que leía su libro. Su mirada, usualmente cálida y serena, se volvió intensa, oscura. No miró directamente, sino que dejó que su vista se deslizara por la curva de su espalda, por la línea de su cuello, con una lentitud que era casi un tacto físico. Cuando Isabella se enderezó y encontró sus ojos, Owen no desvió la mirada. Le sostuvo la vista, y una esquina de su boca se curvó en una
Isabella La luz fría y neutra de la consulta contrastaba con el fuego que Isabella sentía internamente. La doctora, una mujer pragmatica con sonrisa amable, terminó de aplicar el anestésico local en la cara interna del brazo de Isabella.—Listo. Ya ni lo sentirá —dijo con calma mientras preparaba el aplicador del implante. —Solo un pequeño pinchazo y... listo. Ya está. Menos de un minuto y estará protegida por tres años.Isabella cerró los ojos un instante, no por el dolor, sino por la magnitud del paso que estaba dando. No era solo un método anticonceptivo; era la llave que abriría la última puerta que separaba a su familia de su completa unión.—¿Y... cuándo hace efecto? —preguntó Isabella, tratando de que su voz sonara casual, práctica.La doctora selló la pequeña incisión con una curita. —Si se lo coloca hoy, y no está en los primeros 5 días de su ciclo menstrual, necesita 7 días de protección adicional —condones, por ejemplo— para estar completamente cubierta contra el embarazo
La casa en las colinas - Dos meses y medio de trillizosEl sol de la mañana se colaba por las persianas, iluminando motas de polvo que danzaban en el aire como hadas perezosas. Isabella, con Lucía Emilia dormida sobre su pecho después de la toma de las seis de la mañana, dejó que su mente vagara por las últimas cuatro semanas. Un mes. Tan solo un mes desde aquella tarde en el salón donde las palabras, duras y necesarias, habían derribado el muro final entre ellos.Una sonrisa tranquila, cargada de una paz que no sentía desde antes del embarazo, se dibujó en sus labios. No había sido un mes fácil. Los cólicos de Mateo Benjamín habían puesto a prueba sus nervios más de una noche, con los tres turnándose para mecerlo en brazos, cantarle canciones sin ton ni son y probar cada posición conocida por la humanidad para calmar el dolor de su pequeño estómago. Elías León, por su parte, había decidido que la noche era el momento perfecto para largas conversaciones en forma de gorgoritos y patale
—Lo siento. Esas dos palabras son tan... insignificantes para todo el daño que te causé. A ti. A Owen. A nosotros. Pero es por donde tengo que empezar. —Traga saliva con dificultad—. Te amo, Isabella. Te amo con una fuerza que a veces me aterra. Y ese... ese ha sido el problema todo el tiempo. El miedo.Da un paso vacilante hacia ella, pero no se atreve a tocarla— En el accidente... cuando el cristal se hizo añicos y el metal chirrió... lo único que pasó por mi mente, lo último que pensé, fue: "No los volveré a ver". No te veré a ti. No veré a Owen. Se apagó todo y solo quedó ese pánico... ese terror absoluto de perderlos para siempre. Era mi mayor miedo, hecho realidad en un instante.Su voz se quiebra, y mira sus propias manos como si no le pertenecieran.— Y luego... en el hospital... cuando desperté y lo primero que sentí fue... nada. Un vacío donde deberían estar mis piernas. Un hormigueo frío y aterrador. Y supe. Supe que mi vida, la vida que conocía, se había acabado. Y el mie
Último capítulo