Horas después del encuentro con Isabella—esos cinco minutos malditos en los que se había quedado mirándolos, boquiabierta, como si ellos dos fueran algo más que hombres, como si fueran dioses en medio de una tormenta bailaban en la mente de Owen. El observaba cómo Jacob se abrochaba la camisa con movimientos bruscos.
El informe sobre el senador de Virginia podía esperar. Esto no, este tema no podía esperar, el tenía que hacer que Jacob reconociera lo que estaba pasando y sintiendo sobre ella. —Siempre hemos sido honestos —murmuró Owen, acercándose—. ¿Por qué empiezas a mentir ahora? Jacob no se volvió, pero sus dedos se tensaron alrededor del reloj. —No estoy mintiendo. —La quieres. —Owen estaba ya tan cerca que el aliento le rozaba la nuca—. Y no es solo deseo. Es rabia ligada con deseo incontrolable lo que sientes, no se va. Ella te mira y no ve al jefe, al hombre de hierro. Ve lo que yo veo y eso te asusta. —¿Y qué es lo que ves? —Jacob giró, desafiante, pero Owen no retrocedió. —Al tipo que se viene en mi boca como si nunca hubiera tocado a una mujer.—Una sonrisa lenta—. Y a ella… la imaginas ahí, ¿verdad? De rodillas. Entre nosotros. Esa boquita suya, tan calladita, tan obediente... Jacob apretó la mandíbula. "Maldita sea". Porque " Sí", la había imaginado. Una y otra vez desde que se fue. Esa falda ajustada, esos labios entreabiertos… y Owen, siempre Owen, guiándola, enseñándole cómo complacerlo, nadie sabía mejor lo que le gustaba que él y la sola idea que ella conociera eso también, le excitaba. —No la tocaré —gruñó. —No hace falta que lo hagas. —Owen le pasó un dedo por el pecho—. Solo tienes que admitir que "sí la deseas." Que quieres verla arrodillada, tragándosela a los dos mientras tú le apartas el pelo de la cara como si fuera "tuya." Jacob lo empujó contra la pared. —Basta. Pero Owen solo rio, bajando la mano entre ellos. —Mírame y dime que no la has fantaseado. Dime que no te corriste en la ducha pensando en su lengua en tu polla, en sus gemidos ahogados mientras yo la empujaba hacia ti… Jacob "no podía negarlo" El solo pensamiento lo tenía otra vez duro, palpitante. —Cállate… —¿O prefieres imaginarla en mi lugar? —Owen se deslizó hasta arrodillarse, desabrochándolo con dedos expertos—. Con esos ojos suyos, tan grandes, llenos de lágrimas mientras tú le llenas la garganta… Jacob lo agarró del pelo, pero no para detenerlo. —Owen… —Di que la quieres. Y te la daré.—La boca de Owen lo envolvió, caliente, húmeda, demasiado buena. Jacob cerró los ojos, y por un segundo… era ella. Esa boca inocente, esos dedos temblorosos agarrando sus muslos. —¡Mierda!—Se vino de golpe, con un gemido ronco, los dedos clavados en el cuero cabelludo de Owen. Este no se apartó, bebiendo cada gota antes de alzarse, satisfecho. —Vaya. Qué rápido. ¿Tanto te excitó la idea? Jacob respiró hondo, maldiciendo su propia debilidad. —Eres un cabrón. —Y tú un mentiroso. —Owen le acarició la mejilla—. Pero no importa. Porque tarde o temprano… caerás. Y cuando lo hagas, ella será nuestra. *********************************************** Veinte minutos después. El agua casi hirviendo caía sobre Jacob, pero ni siquiera eso lograba borrar el fuego que Owen había encendido bajo su piel. "Solo tienes que admitir que la deseas." Las palabras de Owen resonaban, mezclándose con el sonido del agua. "Mentira." Él no la quería. No de esa manera. No como Owen, que la veía como un juguete, como otro botín en su colección de placeres sucios. Pero entonces… ¿por qué no podía dejar de imaginársela? Cerró los ojos, y ahí estaba: Isabella, arrodillada frente a él en el vestidor, sus labios entreabiertos, sus mejillas sonrojadas. No sé cómo hacer esto, susurraría, mirándolo con esa mezcla de inocencia y curiosidad que lo volvía loco. Y Owen, siempre Owen, detrás de ella, guiándola con una mano en su pelo. "Ábrele la boca, cariño. Él te enseñará." Jacob apretó los dientes, su mano deslizándose por su abdomen sin permiso, como si ya no le perteneciera. —Mierda. No podía evitarlo. La imagen era demasiado vívida: sus dedos enredados en el pelo castaño de Isabella, tirando suavemente mientras ella lo miraba con ojos llenos de lágrimas, aprendiendo, tragándoselo entero. Y Owen… Dios, Owen,observando, tocándose mientras le susurraba cosas sucias al oído. "Mírala, Jacob. Mira cómo te adora." El agua seguía cayendo, pero ya no importaba. Su respiración se aceleró, sus músculos se tensaron. No. No iba a caer en esto. Pero entonces, en su fantasía, Isabella alzó la mano, rozando su muslo con dedos temblorosos antes de hundir la cara en él otra vez, sin dejar de mirarlo. —¡Ah, joder! Se vino con un gemido ahogado, el orgasmo arrancándole algo más que placer: rabia. Rabia contra Owen, contra sí mismo, contra esa maldita sirvienta que los miraba como si supiera exactamente lo que le hacían. El agua se enfrió de golpe, pero Jacob ni lo notó. Porque ahora lo sabía: no había vuelta atrás. Owen ya había ganado.