—Voy a tomar cualquier trabajo, Maribel... Mary… ¡Por favor! —le rogué, casi al borde de las lágrimas. En ese momento, estaba dispuesta a lo que fuera. No me interesaba si era el trabajo más malo o el cliente más difícil, Dios, incluso a arrodillarme si era necesario para conseguir algo. No podía permitirme otra noche sin comer una comida decente, estaba cansada de los bocadillos de la tienda de conveniencia que había en la esquina de mi apartamento. Por suerte había pagado el alquiler del apartamento que compartía con dos chicas más. Era incómodo ya que solo habían dos dormitorios y ellas tenían novio así que me tocaba el sofá cama de la sala de estar.
No podía permitirme salir de ese lugar porque tenía que dejar el depósito de la multa por abandonar el contrato de alquiler. Tenía un plan pero Alan había hecho volar todo por los aires. Ahora estaba estancada en ese lugar por lo menos unos meses más hasta poder conseguir un trabajo estable. Mary suspiró, sus ojos verdes brillando con una mezcla de cariño y preocupación. —Isabella… te amo, sabes que sí. Y estaré *eternamente* agradecida por ayudarme a escapar de Tommy, por cuidar de mi hijo… de mí… Cuando estaba hecha un desastre. Mi corazón se aceleró. *Aquí viene*. La cara de Mary era un poema. —Pero… Suspiré, siempre hay un "pero". —Pero nunca has sabido lidiar con la autoridad. De todas las cosas que podía imaginar esa era la menos probable, así que no me pude callar. —¡Eso no es cierto! —protesté, sintiendo el calor subirme a las mejillas. Mientras hacía un repaso mental sabiendo que ella iba a sacar los esqueleto del armario. El sonido inconfundible de el móvil de Isabella, interrumpió a Mary. Bella hizo una mueca, deslizando su dedo sobre la pantalla de su teléfono. De repente, el dispositivo vibró. Un nombre apareció: ALAN. Mary me lanzó una mirada significativa antes de ver cómo Bella rechazaba la llamada y bloquear el número. Mientras que ella tomaba una llamada, garabateando algo en su agenda —Hola, Magníficas Mucamas de Mary, ¿en qué podemos ayudarle?—dijo con voz profesional, ignorando mi expresión de sorpresa. —Sí… claro… entendido. No, gracias. Colgó y suspiró, ajustándose las gafas. Dos años atrás, Mary era "Lola", la única bailarina exótica que podía hacer un *split* en el aire con tacones de aguja. Ahora, con su blusa de volantes y su moño impecable, parecía más una ejecutiva que una exestrella del *striptease*. Y, sin embargo, ahí estaba yo, rogándole por un trabajo de limpieza. —Lo siento, ¿qué decías? —preguntó, fingiendo distracción. —Me decías que tengo problemas con la autoridad —repliqué, conteniendo el temblor de mi voz. —Isabella, le apuntaste con un arma a mi exmarido. Mientras le colocabas unas esposas y lo dejabas encadenado a la bara del bar. —¡Era de juguete! —exclamé. —Y ese maldito se merecía más no solo el susto de estar esposado mientras las chicas le amenazaban con castrarlo antes de que llegara la policía. Además eso no fue nada para lo que pasaron tú hijo y tú en sus manos. Y ¿En serio me lo echas en cara? —Bien… no puedo rebatir ese argumento cuando se que las chicas y tú se la jugaron esa noche por mi y mi chico. Pero que me dices ¿de la vez que le tiraste un trago a ese tipo en el bar? —¡Me llamó "zorra"! Y me tocó el culo —O y que me puedes decir de la vez cuando amenazaste con arrastrar del pelo a una de las chicas del club por robar propinas. —¡Porque las estaba robando! —grité, sintiendo un nudo en la garganta. — La cámara que coloqué a escondidas lo probó y Alan se vio obligado a despedirla a pesar de que se la estaba tirando. Mary, me haces sonar como una psicópata. Todo lo que hice fue por proteger alguien. Además de verdad , necesito el trabajo. Ya no puedo seguir viviendo en el apartamento. Emma y Belinda tienen parejas y las paredes no son insonorizadas. Ella cerró los ojos un momento, como si buscara paciencia. —Lo sé, Bella. Eres *leal*, eres… una de las personas más decentes que conozco. Pero esto es mi negocio. No puedo permitirme que insultes a un cliente o le rompas la nariz porque te pidió limpiar dos veces el mismo baño. He trabajado *demasiado* para llegar aquí.** —Mary… —mi voz se quebró—. Te juro que seré invisible. Haré el trabajo sin rechistar. Necesito esto. Estoy en el bordé, no se a quien más recurrir por ayuda. Ella observó mis manos temblorosas antes de suspirar. —Está bien. —¡Gracias!—casi salté hacia ella, pero me contuve. —Reglas básicas: nada de groserías, nada de dramas personales… y, lo más importante, haces exactamente lo que pida el cliente. Que es ser invisible, limpiar, ordenar, cocinar ocasionalmente . Cualquier otro servicio como pasear a los perros o llevar a las mascotas algún lugar por ponerte un ejemplo, me llamás yo soy la que discute los precios de los servicios extras si estás dispuesta hacerlos. —Entendido. No te arrepentirás. —Dios, espero que no —murmuró, arrancando un papel y extendiéndomelo—. Una cliente se retira, y su servicio me pasó este contacto. Es tu prueba: limpieza dos veces por semana, martes y sábados. —¿Una sirvienta regala sus clientes así?—pregunté, desconfiada. —El dueño que ofertaba este servicio era un cliente mío del club. Me está haciendo un favor, ya que está lleno y la empleada que normalmente hacia la limpieza a este departamento, por decirlo bonito lo dejo sin previó avisó. Asentí, guardando el papel. —Gracias, Mary. En serio… gracias —Bella… —me llamó cuando ya estaba en la puerta. Me giré, forzando una sonrisa. —¿Sí? —Sonríe más. Eres hermosa cuando no frunces el ceño como si el mundo te debiera algo. —Sonreír. Claro —dije, mostrando los dientes como una loba antes de salir. ************************************************** Al cruzar las puertas del ascensor, me encontré con mi reflejo: una mujer de ojos avellana, pelo castaño recogido y una gorra gastada. *Sonreír.* ¡Ja! Maribel estaba loca, mi sonrisa cuando era forzada podía llegar a ser siniestra, lo menos que quería era espantar a este cliente, Mary me había advertido a lo largo de la semana que esté trabajo era muy importante. La última vez que lo hice de corazón, fue antes de que mi madre muriera. Recuerdos que era domingo y ella nos había llevado al Zoológico, yo había ganado una rifa y me había permitido acariciar a un cachorro de Panda. El teléfono vibró en mi bolsillo. Número desconocido. Lo miré fijamente antes de rechazarlo y bloquearlo. Era el tercero de esta semana, sabía que era Alan, nadie era tan insistente como el. Las chicas del club había intentado pasarme mensajes de el durante toda la semana pero había rechazado cualquier intento de acercamiento. Sabía que andaba escondiéndose no desaparecido como había sugerido Tomás cuando me llamó para decirme que el club iba a cerrar temporalmente … por eso no había hecho ningún reporte a la policía. No otra vez, había terminado con esa m****a, ahora estaba tratando de crear una vida lejos de Alan y de toda la inmundicia en la que estaba metido. Mary le había prestado algo de dinero para que me quedara en otro lugar. Así que no conocía mi paradero, debería de estar trepando por las paredes al no tener quien asumiera la culpa por el. Bella se sobresaltos un poco, una señora se acercó y le puso delante una carpeta —Necesitas firmar esto —dijo la mucama mayor en un acento alemán antes de que me entregara un bolígrafo y el portapapeles. M e hizo sentir como si hubiera entrado en una clínica en lugar de un ático. Se puso de pie fuera de las puertas como un perro guardián, pero no podía apartar la mirada del lunar sobre el labio, del que brotaban pelos—. Firma. —Lo empujó en mi pecho. —Bueno. Está bien. —Poniendo la bolsa abajo para leer el acuerdo de confidencialidad, me preguntaba por qué era necesario. —Sin firma. No hay trabajo —dijo de nuevo. —Lo entiendo, pero ¿por qué? ¿Debo conseguir un abogado o algo? Simplemente se cruzó de brazos y estrechó sus ojos en mí. Lo leí rápidamente; era lo suficientemente simple y sencillo. —Está bien, aquí —dije, regresándole el portapapeles. Asintió y se lo puso bajo el brazo antes de darse la vuelta para abrir la puerta. —Código 1312. No te acuerdas, la policía llega después de tres veces. —1312—repetí cuando la puerta se abrió para exponer una vista impresionante. De pared a pared las ventanas revelaban una piscina privada y toda la Ciudad. No podía apartar la mirada. —Dolor en el culo —dijo la señora alemana, mientras sacudía la cabeza a la pared de vidrio. Me di cuenta de que todavía no sabía su nombre— Limpias las ventanas. El limpiaparabrisas está en el armario. En el momento en que lo dijo, la vista que admiraba desapareció. Todo lo que veía ahora era todo el esfuerzo que se necesitaría para mantener las ventanas limpias. Me mostró donde encontrar todo lo necesario para realizar mi trabajo, luego se volteo hacia ella y con ojos penetrate le pregunto —¿Entiendes? —Entendido. —Asentí con la cabeza, mirando como se alejaba para dejarme sola en el inmenso apartamento, podía entender por qué renuncio la anterior limpiadora esas enormes ventanas serían un infierno viviente mantenerlas impecable. Sonreí mientras me colocaba los audífonos Ahora me tocaba hacer mi parte. Me mire al espejo del gran salón . Suspiro mientras se acomodaba la gorra béisbol mi cabello castaño claro recogido en una coleta, no usaba ningún otro maquillaje que delineador de ojos de gato hábito que había adquirido gracias a las chicas, que decían que tenía unos ojos bonitos. No eran sexys o llamativos, simplemente el antiguo marrón avellana, pero según ellas mi mirada solía impactar. Y se dispuso a comenzar