La luz del día se colaba por las grandes ventanas del comedor de la casa, iluminando los espacios amplios y acogedores que Owen, Jacob e Isabella habían convertido en un verdadero hogar. El ambiente estaba impregnado de una paz que antes les resultaba esquiva.
Se veían rastros de juguetes, por todo el lugar. Algo que a ellos le encantaba este lugar era su hogar, su santuario aquí eran ellos mismos. Una familia construida por ellos. La puerta principal se abrió e Isabella entró con una carpeta en la mano y una amplia sonrisa en el rostro.
—¡Ya está! Lo de la matrícula en la escuela de diseño está totalmente resuelto. — Isabella exclama en voz alta — Empiezo el próximo septiembre ...
En ese momento, Owen salió de la cocina, llevando un delantal manchado de harina y con un aroma delicioso que lo seguía como una estela. Sonriendo
—¿Eso significa que una de mis personas favorita va a convertirse en una diseñadora de modas?— preguntó, con una sonrisa orgullosa.
Isabella se acercó a él, le