Capítulo 13
Roma lo reconoció en el acto.
Los años habían pasado, pero ese hombre seguía siendo el mismo de nueve años atrás. Quizá estaba más fuerte, más maduro, más interesante… pero su rostro seguía siendo el mismo que la había marcado en aquella noche de locura nueve años atrás ¿Cómo olvidarlo? No podía. Tenía dos hijos suyos, y cada vez que miraba a Mateo a los ojos veía en él el mismo porte, la misma intensidad de su padre. Eran como dos malditas gotas de agua idénticas. Su “hermoso varón” era el vivo retrato de ese hombre que ahora estaba frente a ella, pero Roma era la maestra en el arte de fingir. Ella solo se acomodó el vestido con sutileza, sonrió con educación y aceptó el saludo de manos y la presentación como si él fuera un completo desconocido.
Lo extraño fue que él tampoco mostró señal alguna de reconocerla y Roma se preguntó si no la había reconocido. Sin embargo, ninguno mostró algún titubeo o alguna chispa que delatara un recuerdo. No hubo nada y eso, más que darle a