Capítulo 4 El bullicio de la fiesta clandestina parecía un rumor lejano, como si en el centro del caos solo existiera aquella mirada. Roma se quedó quieta, observando a Magnus con descaro, con esa rebeldía que latía en sus ojos verdes como brasas. Él no apartó la vista, aunque cada fibra de su cuerpo le gritaba que lo hiciera. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien lograba descolocarlo, pero eso no lo iba a admitir en voz alta.Roma arqueó una ceja, con una media sonrisa cargada de veneno y picardía. Habido logrado su cometido.— Vaya, así que tú eres el famoso hombre que dice que no soy su tipo — dijo con un tono burlón, casi arrastrando las palabras como si le supiera amargo — Tranquilo, muñeco... tú tampoco eres mi tipo. Sin embargo, si vas a estar en este lugar, mejor disfruta de la experiencia.El golpe de sus palabras no fue suave, fue directo, como un gancho en medio del orgullo del chico. Magnus tardó unos segundos en reaccionar, sorprendido no tanto por lo que dijo,
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