Capítulo 27
El sábado amaneció con un sol tímido que se filtraba entre las cortinas de la habitación de Magnus. El hombre, como de costumbre, ya estaba en pie mucho antes de que el reloj diera las nueve de la mañana. Llevaba puesto uno de sus habituales trajes oscuros, con la camisa blanca perfectamente abotonada y el nudo de la corbata ajustada como si el fin de semana fuese un día más de conquistas laborales.
La puerta de la habitación se abrió de golpe y María, su madre, entró sin siquiera tocar. Esta lo observó con una mezcla de seriedad y curiosidad, con ambas manos en la cintura.
— ¿Qué haces hijo mío? ¿A dónde crees que vas vestido así un sábado? — preguntó, arqueando una ceja y Magnus apenas levantó la vista de la carpeta que estaba hojeando.
— Voy a la oficina. Hoy tengo pendientes que no pueden esperar y voy a resolverlo — dijo cómo si nada.
— ¡Al trabajo! — exclamó ella, cruzando los brazos — Pues lo siento mucho, Magnus, pero hoy no vas a ninguna oficina. Ya tenemos plan