Capítulo 26
La tarde caía lentamente y los rayos del sol atravesaban las cortinas de la sala, tiñendo el espacio de un tono dorado. Roma estaba sentada en la mesa con sus hijos, rodeada de lápices de colores, hojas sueltas y libros escolares. El aire olía a papel nuevo y a inocencia.
— ¡Mira, mamá! — dijo la niña levantando su hoja — Dibujé la casa con el árbol y a nosotras jugando afuera.
Roma sonrió, inclinándose para besarle la frente como premio por su gran trabajo. El niño, más concentrado, trataba de resolver una serie de sumas, pero la lengua le sobresalía por la concentración y eso hizo que ella soltara una risa suave. Su hijo se veía súper adorable y no pudo evitarlo.
— Muy bien, campeón — le animó acariciándole el cabello — Casi lo tienes todo resuelto, inténtalo de nuevo.
El ambiente estaba cargado de ternura y de esa paz que Roma siempre buscaba en sus hijos, el único refugio verdadero que le quedaba. Sin embargo, esa calma se quebró con una simple pregunta inesperada, fo