Capítulo 109

Tener que revisar los bolsillos de un muerto no era tarea fácil.

Podría parecer algo sencillo de hacer, pero cuando veías a un vampiro caer inmóvil a tus pies mientras la sangre se derramaba desde su boca, como si la sangre que bebió lo estuviera quemando desde adentro, era un poco bastante traumático.

Además, sentía el absurdo —y quizás no tan absurdo—, temor de que cobraría la conciencia en cualquier segundo y rompería mi cuello antes de que yo pudiera hacer algo para defenderme. Sus ojos blancos y desenfocados me perseguirían en mis pesadillas. Estaba asustada, preocupada de que mi brillante técnica para defenderme de los vampiros no funcionara del todo. Temía que este cobrara vida de un momento.

Pero por suerte para mí, eso no ocurrió.

Los muertos no revivían, después de todo. Lo supe aquel día que Irelia murió frente a mí. Y sin importar cuántas veces supliqué y le imploré a cualquier deidad que conocía, ella no volvió a la vida.

Quise lanzarme a llorar, pero el tiempo apremiaba.
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