Víctor, el dueño de la empresa para la que trabaja Valeria, entró imponente incluso con su sonrisa amable.
Se detuvo en el umbral apenas un segundo, observando a Valeria y a Noah con una atención que pareció más larga de lo que realmente fue.
—Buenos días —dijo, con voz grave pero cordial—. Pasaba a saludar y a ver cómo van los avances.
Valeria se relajó de inmediato, sonriendo con genuino entusiasmo. Caminó hacia él con una sonrisa genuina y lo saludó con un abrazo respetuoso, como solía hacerlo.
—Qué sorpresa tenerte aquí, Víctor. Justo estaba revisando unos detalles con los ingenieros.
Noah bajó la mirada, obligándose a mantener la compostura. Sentía aún la adrenalina ardiéndole en la piel, como si el eco del roce de Valeria siguiera allí. “Justo hoy”, pensó con amargura, “tenía que hacer el juego sucio de alterar los cálculos.”
—Tengo que ir a mi puesto —dijo, evitando mirarla directamente—. Buenos días.
Víctor inclinó la cabeza, cortés, y salió de la oficina con pasos rápidos, c