Noah estaba en su departamento, sentado en el borde del sofá, con la cabeza entre las manos. La culpa lo apretaba como un grillete invisible, los números alterados, el juego sucio, la presión de Angélica.
El celular vibró.
Angélica: "¿Estás disponible?"
Era ella otra vez. Noah soltó una carcajada seca, incrédula. Tecleó rápido.
Noah: "Ya hice lo que querías. Déjame en paz. Mañana hablamos."
La respuesta llegó de inmediato.
Angélica: "No me tientes mi querido Alessandro."
Noah maldijo para sus adentros, dejó el teléfono boca abajo en la mesa, decidido a ignorarla. Esa noche, no le importaba nada. Solo Valeria.
El golpe en la puerta lo hizo levantarse con una urgencia extraña. Caminó con el pecho ardiendo y las manos inquietas, y cuando abrió… el aire se le quedó atorado.
Valeria estaba allí. Llevaba un vestido rosa ligero, casi etéreo, el cabello semirrecogido dejando mechones rebeldes sobre su cuello. Sus labios tenían un brillo húmedo, y la mirada… la mirada lo desarmaba.
Él vestía