Los días siguientes fueron un torbellino. Valeria se volcó al proyecto con una pasión casi obsesiva: bocetos, maquetas, discusiones y ajustes hasta la madrugada. Cada idea la hacía sentir más viva, más segura de lo que podía lograr.
Noah estuvo siempre cerca, apoyando en todo momento. No sabía nada de diseño, pero había crecido rodeado de ambientes elegantes, con una estética que se respiraba en cada rincón. Desde hoteles de lujo hasta oficinas en rascacielos, había visto de todo… aunque ahora lo viviera desde un lugar muy distinto.
El le hacía sugerencias torpes, a veces absurdas, pero que sabía que le servían de chispa. Valeria lo corregía con argumentos, y de esa réplica surgían mejores ideas. Sospechaba que lo hacía a propósito, y lo odiaba un poco por ello… aunque, en el fondo, le fascinaba.
El equipo también brilló. Las diseñadoras trabajaron con entrega en la fachada, y Valeria se sorprendió de su propia soltura al liderar, logrando que todo fluyera con armonía. Era como si h