Valeria caminaba de un lado a otro en su “Rincón Creativo” como le gustaba llamarle. Era un pequeño espacio en su departamento con colchas y una estantería con paletas de colores, telas materiales, texturas. Estaba intentando calmarse después de enviar ese mensaje despidiendo a Noah. Eran las diez y media de la noche, pero aún seguía intranquila. Se sentó en el sofá, mirando a su alrededor.

Su departamento era el reflejo exacto de su profesión: líneas limpias, equilibrio de colores en cada rincón. El piso de madera clara contrastaba con una de las paredes blancas, totalmente salpicadas por obras de arte contemporáneo que había elegido en viajes y ferias.

Recogió sus piernas y se aliso el camisón de seda color marfil que le caía hasta medio muslo. Tenía el cabello suelto, ligeramente despeinado, y una copa de vino blanco sin terminar sobre la mesa.

No podía dejar de pensar en lo ocurrido esa tarde. Noah. Su proximidad. Esa mirada descarada, directa, que se detenía en su escote. El mo