Vasilios Linconl, es un príncipe Lycan y un lobo solitario que ha vivido demasiado tiempo y ha visto morir a todos los que amó en la vida. Su única motivación para seguir en este mundo es luchar contra la injusticia de aquellos que sacrifican vidas humanas por creer que son una raza inferior. Pero Vasil no sabe que Selene, la diosa Luna tiene un regalo para él. Helena Anastasiou es una hermosa chica universitaria, a quien Vasil ha salvado la vida en el pasado sin saber que ella es realmente la reencarnación de su pareja destinada, cuando lo sepa, se desencadenará una batalla que tiene siglos gestándose, y en la que Vasil tendrá que luchar si quiere conservar a su amada con vida.
Ler maisHace siete años:
— ¿Bob? ¿Bob? — La voz fina e infantil de Helena se escuchó insistentemente por toda la casa mientras llamaba a su cachorro — ¡Bob!
—Debe estar afuera, no te preocupes — Contestó Abby distraída con unas fotos familiares.
—Debo buscarlo, afuera está helando, ya es tarde… — Helena estaba realmente preocupada, hacía rato que lo llamaba y el animal no respondía.
Abby puso los ojos en blanco, no quería salir del calor de la casa para ir a buscar al pulgoso. Seguía sentada bajo el adorno de globos que pendía del techo mientras terminaba con las migajas del pastel de cumpleaños de Helena.
No podía entender por qué los intereses de Helena iban directo hacia cualquier cosa con patas que se moviera.
—Está bien — Dijo de mala gana, mientras se abrigaba para salir en busca del estúpido perro.
Ambas niñas, de doce y trece años, llamaron y buscaron al cachorro por todo el terreno sin éxito alguno, pero Helena era insistente, cuando se le metía algo en la cabeza no había quien se lo sacara.
Helena dirigió la mirada hacia el fondo del patio, al lugar en donde terminaba el claro y comenzaba la espesura de los árboles, su amiga supo de inmediato cuáles eran sus intenciones.
—Es una broma, ¿Verdad?
Helena hizo caso omiso a la actitud de su amiga y se encaminó hacia el bosque con paso firme, iría por su mascota.
—Helena, ¿Qué haces?
— ¿Qué parece que hago? ¡Voy por mi perro!
—Es tarde, pronto oscurecerá, deja que tu papá lo busque cuando llegue — Protestó la chiquilla cruzándose de brazos.
—Entra en la casa, yo iré por él, seguramente no está lejos.
Contestó la otra sin siquiera mirarla, ya iba en el límite en dónde comenzaban los abetos a cubrir totalmente el terreno.
Abby se sintió culpable, exhaló con fuerza y echó a andar tras Helena, prácticamente obligada a hacerlo.
— ¡Bob! ¡Bob!
Las voces de ambas resonaban en la espesura, solo acompañadas de vez en cuando por el crepitar de las últimas hojas otoñales caídas en el suelo.
El invierno avanzaba inminente y cortante como una navaja helando todo a su paso, mientras los primeros copos de nieve se dejaban caer sobre el bosque. Con forme lo llamaban, la inquietud crecía en el corazón de Helena.
— ¡Va a morir congelado! — Razonó Helena con angustia en su voz y los ojos llenos de lágrimas — ¡No sé qué más hacer, no puedo dejarlo morir así!
— ¡Mira! Ya está nevando.
A Helena se le hizo un nudo en la garganta, pensando en las mil maneras de morir durante el invierno en aquel bosque para un pequeño e indefenso cachorro.
La oscuridad comenzaba a llenarlo todo, Helena avanzaba delante de su amiga tratando de cubrir terreno cuando de pronto Abby escuchó un grito desgarrador y luego un golpe sordo.
— ¿Helena? ¡Helena!
Helena no contestó, en su lugar el canto de un búho le erizó los vellos del cuello.
— ¡Helena!
Un dolor desgarrador la sacó de su trance, Helena intentó abrir los ojos pesadamente, pero el dolor y el frío eran más fuertes que cualquier cosa que ella hubiera experimentado antes.
Escuchó un jadeo y su corazón se alegró.
— ¡Bob! — Pensó.
El sonido siguió a otro parecido, un jadeo tras otro, y otro más… no era uno, eran varios, de pronto algo tiró de sus ropas con tanta fuerza que su corazón se detuvo del susto.
Escuchó sus vaqueros desgarrarse y con ellos el ardor lacerante de su propia piel en carne viva. Unas patas con garras escarbando a su lado y mordiscos entre ellos.
Ahogó un grito a mitad de su garganta mientras seguía escuchando como una manada de lobos olisqueaba todo su cuerpo, los escuchaba gruñir, oler, desgarrar…
Se obligó a abrir los ojos y la luz de la luna llena iluminaba lo suficiente como para poder ver las siluetas que la rodeaban.
Helena se sintió sola, más sola que nunca, abandonada y triste, sabía que era inevitable, era una chiquilla, sí, pero podía comprender su futuro inmediato y la negra suerte que se avecinaba sobre ella.
El aullido de los lobos la hizo temblar de pánico.
Unos ojos tan fríos como el hielo, de una azul profundo, avanzaron sobre ella.
La bestia se acercó demasiado, tanto que el corazón de Helena se aceleró como un caballo desbocado, queriendo salírsele del pecho, quiso gritar, pero ni siquiera tenía fuerzas para hacerlo, cerró los ojos con fuerza.
Pero el dolor la hizo gritar tan fuerte que le retumbaron sus propios oídos, al sentir las dentelladas hundirse en su tierna carne y volver a encontrarse con esos helados ojos. Le había desgarrado un muslo.
Casi al instante, tras ella, escuchó un rugido ensordecedor y creyó que algo tiraba de ella con fuerza, se giró para ver y unos ojos ambarinos con destellos dorados la miraron y sintió como la arrastraban sobre la nieve antes de perder el conocimiento de nuevo.
Cuando Helena volvió en sí, lo primero que vio frente a ella fueron esos ojos, enormes e insondables y se sobrecogió de terror, la enorme bestia de pelaje espeso y plateado estaba a cuatro patas sobre ella, con el hocico a escasos centímetros de su rostro.
Helena ahogó un grito, el animal se inclinó sobre ella y le lamió el rostro, la mejilla, justo sobre un arañazo.
Ella se quedó quieta, él, podía sentir cómo el cuerpo de la pequeña se tensaba en cada fibra haciendo esfuerzos por alejar el miedo, pero él no iba a lastimarla.
Ella esperó… esperó a que el horror prosiguiera luego de que el lobo hubiera probado su sangre, pero él solo seguía mirándola de esa forma tan… humana…
Era la forma en que aquella bestia la miraba lo que comenzó a alejar el temor poco a poco, como si entendiera que ella había corrido peligro.
El cuerpo le dolía como el demonio, el lobo siguió lamiendo sus heridas, las de las manos, el cuello y finalmente el horrible tajo que tenía en la pierna dándole una pequeña sensación de bienestar y calor en medio del miedo.
— ¡Ah! — Se quejó al sentir una punzada al intentar moverse — duele mucho…
Le dijo al ver que llamaba la atención del animal en cuanto se quejaba
—Eres muy bonito…
Le dijo con suavidad admirando su pelaje en el que brillaban los diminutos copos de nieve.
—Gracias…
El lobo inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado, mirándola con ternura.
—Habría muerto de no ser por ti…
El lobo volvió a acercar el hocico lentamente y se detuvo cuando tuvo sus ojos al mismo nivel de los de Helena, la chiquilla levantó una mano para llevarla hasta la cabeza del animal.
Al principio con duda, el lobo pareció entender su intensión e inclinó ligeramente la cabeza para que ella pudiera acariciarle entre las orejas.
El pelaje denso y grueso al principio abrió paso a uno lanudo y suave, debajo mucho más cálido, era agradable al tacto, a él parecía gustarle que lo tocara, hizo un sonido bajo y gutural como un gruñido, pero inofensivo.
Era tan inteligente como feroz, parecía incluso como si la razón estuviera por encima de su aparente barbarie, era estúpido pensarlo claro, ya que solo era un lobo, hasta Helena con sus escasos trece años sabía que las hadas y Santa Claus no existían, pero algo en él era mucho más humano de lo que algunas personas pueden llegar a ser.
De pronto el lobo levantó las orejas y se irguió buscando con la vista y agudizando el oído.
— ¿Bob? — Helena apenas musitó al ver al pequeño cachorro aparecer de la nada ladrando con fiereza a la enorme mole que estaba sobre ella.
Al lobo no le importó el perro, pero dentro de la casa, Susan, la madre de Helena, abrió la puerta que daba hacia al patio y se encontró con la terrorífica visión de un gigantesco lobo parado sobre su hija.
— ¡Auxilio! ¡Auxilio! — Gritó desesperada — alguien ayúdeme, ¡Un lobo! ¡Un lobo ataca a mi hija!
Mientras Susan gritaba con consternación, en el fondo del patio aparecieron dos lobos, unos ojos brillantes asomaron de entre la espesura y avanzaron de forma sigilosa hacia ella y hacia su lobo.
Pudo reconocer a la loba roja, el lobo plateado les había arrebatado a su presa y ahora venían por ella, eran dos, y Helena solo estaba acompañada de uno solo, Helena tragó saliva.
El lobo plateado se tensó de inmediato y un gruñido bajo y amenazador comenzó a crecer en su pecho, subiendo de intensidad a medida que se giraba amenazante hacia los otros dos.
— ¡Auxilio! ¡Auxilio! — Seguía gritando Susan.
Helena pensó que con tanto ruido las bestias se asustarían y correrían de regreso al bosque, pero no fue así, continuaron acercándose, acechando al lobo plateado con los ojos inyectados en sangre.
El negro se apartó de su compañera y buscó otro flanco por el cual atacar, mientras la hembra continuaba moviendo una pata delante de la otra sin intención de detenerse.
El trío aterrador de las tres bestias en medio del patio, sobre la nieve y a escasos metros del cuerpo maltrecho y manchado de sangre de su hija, hizo que Susan se desplomara contra el suelo.
El lobo plateado dio un respingo y el negro aprovechó para atacar y lanzarse de lado contra él, pero pareció como si se hubiera ido de frente contra un muro de concreto, no logró moverlo un solo centímetro, rebotando y regresando al lado de su compañera con el rabo entre las patas y el hocico lastimado.
La loba roja gruñó con fiereza al ver como su macho alfa no había podido hacer nada contra aquel lobo que los aventajaba por mucho en tamaño y fuerza.
Se le quedó mirando, estudiando su punto débil, y de pronto lo había encontrado, echando a correr hacia Helena, era claro que la pequeña era su debilidad.
Pero el lobo plata la interceptó a mitad de camino, golpeándola con tal fuerza que la lanzó varios metros más allá contra la nieve. Ella apenas pudo levantarse y huir cojeando junto a su compañero.
Dentro de la casa, un grupo de personas que habían venido para ayudar a buscar a la chica se agolpó en la puerta al escuchar la refriega, y dos hombres con escopetas salieron a empujones con toda la intensión de descargar sus armas sobre lo que hubiera en el patio.
— ¡No!
Helena quería gritarles que no lo lastimaran, que él era el responsable de que continuara con vida, que era su salvador, pero no hubo forma, su voz salió parecida a un murmullo, un hilillo apenas audible para el agudo sentido del lobo, pero para nadie más.
El animal corrió al escuchar el primer disparo, movido por el instinto de conservación y seguido de los hombres hasta adentrarse en la espesura del bosque, desde donde varias detonaciones estremecieron a Helena una detrás de la otra, dejando a la chica con el corazón en un puño.
Tan pronto Azar se plantó junto a Otsana, y Vasil lo advirtió, casi pudo ver en sus ojos las inteciones de usarla como escudo humano, esperando el ataque para ponerla en medio, Vasil saltó sobre su hermano impulsado por del deber de salvar la vida de una de sus mejores guerreras y amigas, pero Azar lo interceptó a mitad de camino y ambos lobos se dieron dentelladas mientras buscaban mutuamente la yugular del otro con violencia.La refriega se prologó por unos minutos durante los cuales ninguno de los dos parecía dar el brazo a torcer, y Helena vio la posibilidad de descender sobre Otsana y sacarla de en medio.El ave se dejó caer en picada y justo cuando sus enormes garras se aferraban a la mujer mal herida, una ráfaga de ametralladora cayó sobre ellas sin piedad.Vasil se desconcentró y Azar enterró sus garras sobre el lomo de su hermano alcanzando a darle el revolcón de su vida.«¡No!», Demetrio escuchó con claridad el grito de su Alfa lleno de temor por la vida de Helena, que había
Vasil encegueció de la ira. Azar tenía la cachaza de tentarlo, de provocarlo a pesar de ser el absoluto culpable de sus crímenes, eso lo volvía loco de la rabia. Pero a pesar de eso no lo odiaba, quería odiarlo, sí, pero algo en su interior se lo impedía, el lazo de sangre, el honor familiar o lo que fuera, ni siquiera él mismo lo sabía, pero eso estaba ahí, impidiendo que volcar toda su furia de una vez y por todas, y en su interior temía que llegado el momento se deja vencer por esa debilidad.La manada Colmillos Blancos se movilizó rápidamente, algunos en auto, los más veloces a todo correr, cada cual armado hasta los dientes y preparado para borrar de la faz de la tierra cualquier peligro que acechara la existencia futura de su raza y de la raza humana.—Ya vienen… — Azar siseó, en los labios pálidos de Otsana se dibujó una media sonrisa mientras lo miraba con la vista borrosa desde el suelo.—Ha llegado tu hora, tirano, rogué a la diosa por ver este día y me lo ha concedido, ya p
Un convoy de vehículos blindados con los cristales polarizados arribó a la sede de la manada Luna Roja, Kira sintió pesado el ambiente en cuanto el hombre de traje elegante y rostro de dios griego descendió del auto.—¡Me lleva! Algo muy extraño está pasando aquí — Se dijo y corrió a avisar a Dolph que salía de darse una ducha.—¡Sal de ahí inmediatamente! Tenemos visitas, y es alguien de mucho peso, o no se atrevería a haber venido así hasta aquí, además, ¡Es muy rico y trajo consigo a un ejército!Dolph se vistió a todo correr y salió a ver lo que sucedía, pero se encontró de frente con un grupo de guardias en la puerta de su propio despacho.—¿Qué diablos está pasando aquí? — Preguntó asombrado de tal atrevimiento — ¡Esta es mi casa! ¡Mi manada! ¿Acaso no saben que soy un Alfa? ¡Déjenme pasar! — Caso ladró.Duncan y Elijah se acercaron para detenerlo, pero Antenor levantó una mano para evitar que lo sacaran de la casa.—Déjalo, Duncan, yo pondré al tanto al Alfa Dolph.—¡Explícate
Azar puso un pie en Canadá, y tan pronto lo hizo, soltó un rugido en el centro del pecho, anunciando a su hermano su cercanía.«Aquí me tienes, hermano» Dijo con ese aire de superioridad que lo caracterizaba. «Terminemos con esto, ¡Aquí y ahora! Ya he esperado mucho tiempo sumido en el aburrimiento, y para ser sincero no he encontrado un mejor contendiente que tú para sentirme vivo de nuevo, así que ¿Qué esperas? ¡Ven a vengar mi deuda de sangre!»A Vasil se le revolvieron las vísceras al escuchar el llamado de Azar en su cabeza, fue como si le estrujaran las entrañas con un fierro candente.«Soy yo quien te estoy esperando, hermano mío, ¡Y no pienses ni por un minuto que saldrás bien librado de esto!»Demetrio escuchó lo que Vasil hablaba con Azar porque él se lo permitió, y se heló la sangre, sentir la presencia de dos Originales en su cabeza con la fuerza divina de la diosa corriendo por sus venas, no era cosa fácil de soportar, pero estaba acostumbrado a entablar largas conversaci
Esa misma noche, Azar tomaba un vuelo hacia Canadá, mientras Vasil parecía un alma en pena caminando de un lado para otro en la sala de juntas de la casa de la manada, atormentándose con los recuerdos y revolviéndose las entrañas con las ansias de venganza.Por la mañana, Antenor llegó muy temprano al bosque, quería interrogar personalmente a la extraña loba que sus espías habían atrapado. Según el informe, no era cualquier loba, y no parecía ser una solitaria, había gato encerrado en todo eso, y si el príncipe se enteraba de que no había manejado correctamente algo como eso, era perro muerto.—Creo que ha llegado alguien — Kira avisó dejando la taza de café sobre la encimera y poniendo la mano sobre el hombro de Dolph — Nada de esto me da buena espina.—Ni a mí, es Antenor, y no entiendo que es eso tan importante que nos está ocultando.—Seguramente tiene que ver con ese lobo solitario…—Estoy seguro de que sí, pero debe ser alguien importante para tomarse tantas molestias.Antenor e
La voz de Berthold hizo que Vasil abandonara la llamada con Paul. — Vasil, necesitas ver esto. — ¿Qué sucede? — Es Helena, señor… Vasil se levantó de la silla como un resorte y corrió por el pasillo, bajo las escaleras de tres zancadas y tomo la vía hasta la clínica, al llegar se detuvo ante la escena que tenía en frente. Helena estaba sentada sobre la camilla con la mirada vidriosa, los ojos llenos de lágrimas y abrazaba sus rodillas. — ¡Helena! ¿Qué sucede amor, que pasa? — El Alfa se acercó a ella para abrazarla pero en cuanto la pelirroja levantó la mirada hacia él, Vasil se petrificó en el sitio. Una olada de pensamientos confusos y recuerdos en extremo dolorosos se agolpó en la cabeza del Lycan que comenzaba a ver lo que ella le mostraba en su cabeza. Vasil vio a Freya ataviada con su toga griega, una diadema de hojas de laurel repujadas en láminas de oro que decoraba la cascada de su larga cabellera encendida como el fuego. La veía feliz, la mujer decoraba con esmero l
Último capítulo