236. El Rugido de los Reyes Exiliados
La cara de Giménez en la pantalla era la de un hombre que trae malas noticias. La atmósfera de trabajo concentrado en el estudio se electrificó al instante, la intimidad de los recuerdos rotos evaporándose ante la urgencia del presente.
—¿Qué pasa, Giménez? —preguntó Florencio, su voz volviendo a ser la del Gobernador, fría y al mando—. ¿Más datos de en lo que anda Blandini?
—Señor, sí. Ha hecho un movimiento que no esperábamos —la voz de su asesor era grave.
—Hablame.
—Mis fuentes en las sierras, los contactos que hicimos con los clanes menores, dicen que está reagrupando una manada. De "lobos".
Platina y Florencio intercambiaron una mirada de incredulidad.
—¿Blandini? ¿Con lobos? No tiene sentido. Los odia, los considera un problema de seguridad, no un activo —dijo Platina, su mente de analista buscando la lógica.
—Sí, señorita Lunares, pero sus votantes no lo saben. Y parece que su estrategia ha cambiado. Ahora los lobos le son convenientes para su campaña. Y los está reclutando. C