235. Tierra del Fuego y Hielo
La Estancia Lombardi se convirtió en una isla de duelo y conspiración, un purgatorio de lujo suspendido en la inmensidad de la pampa. El mundo exterior, con sus crisis políticas y sus titulares, había sido silenciado por la voluntad de Platina y la maquinaria de Giménez. Pero dentro, el silencio era de un tipo diferente. Era el silencio de un corazón roto.
Florencio se movía por la casa como un autómata. Había dejado de beber. Había vuelto a vestirse con la impecable armadura de sus trajes. Pero sus ojos estaban muertos. Eran dos pozos de un verde gélido, vacíos de toda luz. El fuego que Selene había encendido en él, esa furia, esa pasión, esa vida… se había extinguido, dejando solo una capa de hielo sobre las cenizas. Se dedicaba a la misión con una eficiencia robótica, revisando los archivos de su padre, coordinando con Platina, pero sin una pizca de la energía depredadora de antes. Era un rey de hielo gobernando un reino de fantasmas.
Platina lo observaba. Y cada mirada era una pun