235. La Tierra sobre el Cielo
El silencio que había seguido al rugido del complejo al derrumbarse no fue un vacío. Fue un peso. Un millón de toneladas de roca y secretos que cayeron no solo sobre el cuerpo de Selene, sino sobre el alma de Florencio. Se había quedado de rodillas en el pasillo mientras se desmoronaba, y el polvo asentándose a su alrededor como una nevada de ceniza, mirando la pared infranqueable de escombros que había sido su último atisbo del cielo plateado de sus ojos.
Florencio había sobrevivido. Y odiaba cada segundo de esa supervivencia.
Cuando llegaron los hombres de Giménez, ellos junto a Platina lo sacaron de allí a rastras. Él no luchó. No habló. Su cuerpo se movía, pero él no estaba dentro. Se había quedado atrás, en la oscuridad, bajo la montaña, junto a ella.
El viaje de regreso a la Estancia Lombardi fue un borrón de sedantes y silencio. Lo metieron en el helicóptero. Platina se sentó a su lado, velando su sueño inquieto, un sueño lleno de ojos plateados y el sonido de una montaña der