198. La Celda del Rey
La cabaña, que había servido de refugio, tribunal y nido, se transformó en una base de operaciones militares durante las siguientes horas. La revelación de Mar sobre el estado de Maia había actuado como un catalizador, barriendo la parálisis y la duda, reemplazándolas con la urgencia fría de la acción.
Florencio se adueñó de las comunicaciones. Su voz, a través del teléfono encriptado, era de nuevo la del Gobernador, la del comandante. Cortante. Precisa. Letal.
—Giménez, cambiamos el tablero. Olvidate de Blandini por ahora. Quiero a los mercenarios, a los que nos quedan, movilizados. Su nuevo contrato, y pagá el triple, es custodiar un paquete de alto valor.
—¿Elio? —preguntó la voz de Giménez, incapaz de ocultar su asombro.
—El mismo. Lo tenemos. Lo vamos a trasladar a la cueva de la sierra. Quiero un perímetro de seguridad de cinco kilómetros. Sensores de movimiento, vigilancia con drones térmicos 24/7. Nadie entra, nadie sale. Especialmente él. Quiero a dos hombres apostados en la