191. La Víspera de la Caza del Rey
Volvieron a la cabaña de Florencio, la que había sido testigo de tantas transformaciones, para no convertir la casa de Selene en una armería de una guerra imposible. El aire ya no olía a miedo, sino a la calma metálica que precede a una ejecución. El plan era una locura, un acto de fe en el poder inestable de una chica rota y en la furia controlada de una reina herida. Pero era el único plan que tenían.
Florencio se convirtió en el intendente de la misión. Desplegó los mapas sobre la mesa, su mente de estratega traducía la magia en tácticas.
—El tótem estaba en el puerto —dijo, su dedo marcando un punto en el mapa de Mar del Plata—. Pero ese no es su nido. Es su puesto de avanzada, su buzón. Su verdadero territorio, donde se sentirá seguro, donde probablemente tenga a Maia… sigue estando en las sierras. Cerca del Cañadón del Silencio.
—Ahí es donde lo herimos —dijo Selene, su voz se sintió como un murmullo—. Volverá a su guarida para curarse. Como un animal herido.
—Exacto. Y un anima