171. El Regreso al Territorio del Lobo
El viaje de regreso fue una carrera contra el tiempo y contra la fiebre. El helicóptero cortaba el cielo nocturno, un proyectil oscuro huyendo de la opresión de la ciudad hacia la libertad salada de la costa. Pero dentro de la cabina, el aire era espeso, cargado con el olor a antiséptico del equipo médico que Florencio había conseguido y el calor febril que emanaba del cuerpo de Selene.
Ella estaba recostada en uno de los asientos, conectada a una vía intravenosa que le administraba suero y sedantes suaves. Florencio se había negado a que el médico de campaña que los acompañaba —un hombre curtido y de pocas palabras que parecía haberlo visto todo— le administrara nada más fuerte. No confiaba en la medicina humana para tratar una dolencia que no era humana. El médico, por su parte, observaba los signos vitales de Selene con una perplejidad profesional. La fiebre era altísima, pero el pulso era extrañamente fuerte, como el de un atleta en pleno esfuerzo. No tenía sentido.
Florencio no l