La cabaña, que había sido una sucesión de prisiones y refugios, se convirtió en un teatro de ensayos. La decisión de venderle al mundo la historia del "Gobernador y su monstruo domado" los forzó a una nueva clase de intimidad, una que era a la vez una actuación y una verdad peligrosamente cercana.
Giménez, desde Buenos Aires, se convirtió en el director de orquesta de la campaña de desinformación. Con una eficiencia letal, comenzó a plantar las semillas del rumor en los lugares adecuados. A través de un informante en el círculo de Blandini, dejó caer que el Gobernador había "neutralizado" a la principal amenaza sobrenatural y ahora la estaba "interrogando" en un lugar secreto. A otro contacto, un periodista de un portal de chismes políticos, le filtró la "foto borrosa" de un dron que mostraba a un hombre con la constitución de Florencio y a una mujer de pelo oscuro entrando en una cabaña aislada. Las piezas eran ambiguas, inconexas, diseñadas para que las mentes conspirativas