057. El Monstruo que te Conviene Cazar
El nombre de la laguna quedó suspendido en el aire de la cabaña, una palabra que parecía absorber toda la luz y el calor. Laguna del Plata. Y con ella, las otras palabras, las imposibles: ahogado sin agua, escamas azules.
Selene se vistió en un silencio mecánico. Los jeans. La camisa limpia. Las botas. Sus manos se movían con una precisión que desmentía el caos que se arremolinaba en su interior. Escamas azules. La frase era un gong que resonaba en lo más profundo de su ser, en la memoria de su sangre. No era una leyenda. No era un cuento. Era un tipo de magia antigua, una forma de poder elemental que los luisones como Elio despreciaban por considerarla impura, incontrolable. Un poder ligado al agua, a las profundidades, a la luna reflejada en la quietud de una laguna. Un poder que no se suponía que nadie practicara en siglos.
Y Mar, su estúpida, ambiciosa y desesperada Mar, había ido a jugar con él.
No sentía pena por el hombre muerto. No sentía miedo por Mar. Lo que sentía era una