057.
La luna estaba muda. Colgada como una piedra blanca en el cielo sucio. Y Selene no sentía su llamado.
No escuchaba el aullido interno. No sentía la electricidad en la piel. No había temblores en los huesos. Ni fiebre en la carne.
Nada.
Solo vacío.
Una ausencia de loba que se sentía como una traición divina.
—¿Me abandonaste vos también? —escupió al cielo. La voz le salió ronca, quebrada, sucia.
El mar no respondió. Solo devolvió una brisa salada que le secó el sudor de la frente. Y la sangre que aún tenía en el cuello.
Selene caminaba con los pies descalzos por la costa. La arena estaba fría. El mundo, quieto.
Y dentro suyo… el odio.
Ese odio antiguo. Profundo. El que ya no necesitaba razones.
Porque en este punto, el dolor era parte del cuerpo. Una costilla más.
“El que lleva el apellido de tu amante… también lleva la sangre de tu clan en sus botas.”
🌑 🌊 🐾
Florencio miraba la pantalla del informe satelital. Una mancha térmica aparecía cerca de la costa. Una figura humana. Desnuda.