Las luces cálidas del salón envolvían a los asistentes en una atmósfera íntima y expectante. Elena se encontraba de pie, al frente, vestida con un traje de satén rojo que abrazaba su cuerpo como una segunda piel. Su mirada recorría el pequeño círculo de lectores, críticos y editores reunidos para la lectura privada de su nueva novela.
—"Y cuando ella apretó la cuerda alrededor de su cuello, él no gimió, no pidió clemencia. Solo la miró con esa mezcla de rendición y adoración que tanto la excitaba. Porque no hay nada más puro que el deseo de pertenecer" —leyó con voz grave, modulando cada palabra como si acariciara la piel de los presentes con ellas.
Un suspiro colectivo se escapó de varios labios. Algunos cruzaban las piernas, otros se mordían el labio inferior, Elena los tenía donde quería.
Terminó el fragmento, cerró el libro con delicadeza y sonrió con sutileza. Iba a hablar, a responder preguntas, cuando algo la sacudió por dentro.
Una sensación, un cosquilleo entre la nuca y la e