La noche estaba envuelta en un silencio extraño, como si incluso las estrellas hubiesen decidido apartar la mirada de lo que estaba por suceder. El aire frío de las afueras de la ciudad quemaba la piel, y la bruma se colaba entre las sombras de los edificios abandonados. Era el escenario perfecto para una despedida cruel, una que quedaría grabada en la memoria de Dorian para siempre.
Isolde apretaba el volante de su coche con fuerza, tanto que sus nudillos estaban blancos. Había ensayado cada palabra, cada gesto, cada sonrisa falsa que tendría que mostrar. Pero el corazón latía con una fuerza tal que temía que su pecho se rompiera en pedazos. Había tomado una decisión irreversible: debía terminar con Dorian, aunque significara convertirse en la villana de su historia.
En su mente se repetían las palabras de Lorenzo, y peor aún, las amenazas del padre de Dorian. Si no lo alejaba, si no lo destruía, Dorian sería el primero en caer bajo la guerra que se avecinaba. Más vale que te odie vi