Ethan Sterling es el CEO perfecto: guapo, autoritario y siempre impecable. Su vida está perfectamente ordenada… hasta que entra Madison Carter, su asistente loca, desordenada y con una lengua más filosa que su sentido común. Ella solo trabaja ahí porque es la ahijada de su abuelo; de lo contrario, Ethan ya la habría despedido diez veces. Pero una noche, una tormenta eléctrica cambia sus vidas de manera inexplicable: ¡cambian de cuerpos! Ahora, Ethan está atrapado en el caos que es Madison: tacones incómodos, chismes de oficina y, peor aún, un prometido que no es lo que parece. Mientras tanto, Madison debe enfrentarse a los retos de ser jefe en un mundo donde todos temen a Ethan y esperan perfección. Entre situaciones hilarantes, momentos vergonzosos y un inesperado descubrimiento de traición, ambos deberán aprender a vivir en la piel del otro. Pero, ¿lograrán salir de esta locura sin destruirse mutuamente… o quizá descubrirán que tienen más en común de lo que creen? Un juego de roles donde el drama y la diversión están garantizados, y donde cambiar de cuerpo podría ser lo que cambie también sus corazones.
Ler maisLa sede principal de Sterling Enterprises era un edificio majestuoso en el corazón de Nueva York, un lugar donde todo funcionaba como un reloj suizo: preciso, elegante y sin margen de error. Al menos, eso pensaba Ethan Sterling, el CEO más respetado y temido de Wall Street.
Ethan estaba sentado en su enorme despacho de vidrio y acero, ajustándose los gemelos con movimientos meticulosos. Su reloj marcaba las 8:00 AM. Alzó la vista hacia la puerta, esperando ver a su asistente entrar con los informes de la junta programada para las 8:15. Pero la puerta permanecía cerrada.
—Típico —murmuró, apretando los labios en una fina línea.
Mientras tanto, Madison Lane, su asistente, estaba al otro lado de la ciudad, corriendo por las calles mientras intentaba equilibrar un café derramándose, una bolsa de desayuno y su cartera que había decidido abrirse de repente.
—¡Dios mío! ¿Por qué siempre me pasa esto a mí? —gritó mientras esquivaba a un hombre en bicicleta.
Llegó a la entrada del edificio jadeando, su cabello desordenado y su blusa parcialmente desabotonada. Al subir al ascensor, se encontró con Claire, la eficiente directora de recursos humanos, que la miró de arriba abajo con una mezcla de lástima y desaprobación.
—Otro día ajetreado, Madison —comentó Claire con sarcasmo.
—Ya sabes, no hay nada como un poco de adrenalina para empezar la mañana —respondió Madison con una sonrisa torcida.
Cuando Madison finalmente irrumpió en el despacho de Ethan, eran las 8:14.
—Llegas justo a tiempo para ser inútil —dijo Ethan sin levantar la vista de su tablet.
—Buenos días para ti también, jefe —respondió Madison, dejando el café en el escritorio.
Ethan frunció el ceño al ver el café derramado por la tapa mal cerrada.
—¿Es mucho pedir un café que no parezca haber sobrevivido a un huracán? —preguntó con frialdad.
—Bueno, al menos no se derramó todo. Mírele el lado positivo.
Ethan suspiró, pasándose una mano por el cabello oscuro perfectamente peinado.
—¿Tienes los informes de la junta?
Madison abrió su bolso y sacó un montón de papeles arrugados. Ethan observó en silencio mientras ella intentaba ordenarlos frenéticamente.
—Esto... creo que mezclé algunos con las facturas del gas —dijo Madison, sonrojándose ligeramente.
—¿Sabes lo que me pregunto cada día? —dijo Ethan, inclinándose hacia ella—. ¿Qué demonios haces aquí?
Madison levantó la barbilla, decidida a no dejar que él la intimidara.
—Estoy aquí porque su abuelo cree en mí. ¿Recuerda? Ese hombre increíblemente sabio que fundó esta empresa y que claramente tiene mejor juicio que usted.
Ethan apretó los puños, pero se contuvo. Había prometido a su abuelo que le daría una oportunidad a Madison, pero cada día sentía que estaba perdiendo años de vida por culpa de su caos.
—Si no fueras la ahijada de mi abuelo, te habría despedido hace meses —respondió con frialdad.
—Y si no fuera por mí, su oficina sería un lugar aburrido y sin alma —replicó Madison, cruzándose de brazos y saliendo de la oficina.
Esa noche, Ethan estaba sumido en su trabajo, como siempre. La luz azulada de su laptop iluminaba su rostro impecable, mientras sus dedos bailaban sobre el teclado con precisión quirúrgica. Todo en su despacho estaba perfectamente organizado, desde los documentos apilados en su escritorio hasta el arte minimalista colgado en las paredes. La perfección era su zona de confort.
Sin embargo, esa tranquilidad se interrumpió cuando la puerta del despacho se abrió de golpe.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Ethan sin levantar la vista, reconociendo de inmediato el aroma a café derramado y el eco de pasos desiguales que solo podían pertenecer a una persona.
—¡Olvidé mi bolso! —respondió Madison, entrando como un torbellino y buscando frenéticamente bajo las sillas y detrás del escritorio.
Ethan suspiró con exasperación.
—¿Sabes lo que significa la palabra "profesionalismo"? Porque, francamente, parece que tu vida es una constante improvisación.
—¿Y sabes lo que significa "relajarse"? Porque parece que tienes un palo metido en...
—¡Cuidado con lo que dices! —la interrumpió Ethan, levantándose para mirarla con esa expresión glacial que podría congelar a cualquiera.
Madison rodó los ojos, encontrando finalmente su bolso junto a la mesa de café. —Oh, tranquilo, Su Majestad. Ya me voy, no quiero interrumpir tu idilio romántico con tus hojas de cálculo.
Justo en ese momento, un trueno retumbó tan fuerte que las ventanas temblaron. Las luces parpadearon, sumiendo la oficina en una penumbra inquietante.
—Genial. ¿Ahora qué? —murmuró Madison, cruzándose de brazos.
Ethan apenas alzó una ceja, acercándose a la ventana para observar la tormenta eléctrica que se había desatado sobre la ciudad.
—Es solo una tormenta —respondió con desdén—. Quizá deberías aprovechar para aprender algo sobre puntualidad mientras esperas a que pase.
Antes de que Madison pudiera replicar, un rayo cayó tan cerca del edificio que todo el lugar se estremeció. Un destello cegador llenó el despacho, y ambos sintieron un extraño zumbido en los oídos antes de que todo se volviera negro.
Cuando Ethan abrió los ojos, lo primero que notó fue que el suelo era incómodamente frío contra su mejilla.
—¿Por qué estoy en el suelo? —preguntó, pero su voz... ¡No era su voz!
Madison se incorporó torpemente, sujetándose la cabeza. Sentía algo raro en su cuerpo, como si sus extremidades no fueran las suyas.
—¡Oh, Dios mío! ¿Qué le pasa a mi voz? —dijo, alarmada al escuchar un tono grave que no le pertenecía.
Ambos se miraron al mismo tiempo, sus ojos reflejando el mismo pánico.
—¡No puede ser! —dijeron al unísono.
Antes de que pudieran procesar lo que ocurría, un leve pitido llamó su atención. Era un sonido metálico, casi mecánico, proveniente de la esquina de la habitación. Ethan, ahora en el cuerpo de Madison, se giró bruscamente y vio un pequeño dispositivo en el suelo, brillante y extraño, como una esfera de cristal con circuitos internos.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó Ethan, señalando el objeto.
Madison, atrapada en el cuerpo de Ethan, dio un paso atrás. —Eso... no estaba aquí antes, ¿o sí?
El dispositivo comenzó a emitir una vibración suave antes de proyectar un holograma en el aire. Era un mensaje cifrado, escrito en un idioma que ninguno de los dos reconocía.
—¿Esto es una broma? —susurró Madison, tocándose la frente—. Porque si lo es, es de pésimo gusto.
El amanecer trajo consigo un aire de emoción y nerviosismo. Madison despertó con una sensación indescriptible en el pecho. Hoy era su boda.Ethan, por su parte, ya estaba despierto, ajustando su corbata frente al espejo. No había nervios, solo certeza.El jardín donde se llevaría a cabo la ceremonia estaba decorado con luces suaves y flores blancas. Era sencillo, pero perfecto para ellos. No necesitaban una gran multitud, solo estar juntos.Cuando Madison apareció, vestida con un hermoso vestido blanco, Ethan sintió que su respiración se detenía. Nunca había visto algo tan hermoso.Entre los asistentes, una figura familiar captó su atención: su madre. Su mirada reflejaba orgullo y felicidad, lo que hizo que Madison se sintiera aún más segura de dar este paso.Se detuvo frente a Ethan, mirándolo con amor.—¿Lista? —susurró él.—Lista —respondió ella con una sonrisa.El oficiante comenzó la ceremonia, pero ellos solo podían verse el uno al otro. Cuando llegó el momento de los votos, Eth
Minutos más tarde, Ethan y Madison se encontraron en la sala al mismo tiempo, respirando agitadamente, como si hubieran corrido hasta allí, como si una fuerza invisible los hubiera empujado a encontrarse.Sus miradas se cruzaron, y en ese instante, el mundo pareció detenerse. No había ruido, no había dudas, solo ellos dos, de pie en medio de la habitación, sintiendo cómo el latido de sus corazones se desbocaba en un ritmo compartido.—Tuve un sueño… —susurró Madison, su voz apenas un eco en el silencio.Ethan sintió un escalofrío recorrer su espalda.—Yo también —admitió, dando un paso más cerca—. Y me di cuenta de algo.Madison tragó saliva, sintiendo su piel erizarse.—Yo también…Se quedaron en silencio, respirando en el mismo compás, compartiendo un pensamiento que no necesitaba ser dicho en voz alta. Algo había cambiado en ellos. Algo se había revelado en esos sueños que los habían llevado hasta aquí, cara a cara, sin barreras ni excusas.Ethan inspiró profundamente y, con una de
Cuando terminó la reunión, los empleados aplaudieron y celebraron la noticia, y Ethan se retiró junto a Madison. Sin embargo, una duda seguía rondando su mente.—Han pasado dos horas —dijo de repente, deteniéndose en el pasillo—.Madison lo miró sin entender.—¿Y?—No hemos vuelto a intercambiar cuerpos —respondió él con seriedad.Los ojos de Madison se abrieron con sorpresa.—Tienes razón…Se miraron por un momento, sintiendo una mezcla de alivio y desconcierto.—Debemos ir a la oficina a revisar el dispositivo —propuso ella.Ambos se dirigieron rápidamente a la sala donde lo habían guardado. Ethan abrió el cajón del escritorio donde lo habían escondido, pero cuando sus ojos recorrieron el interior, su expresión cambió drásticamente.Estaba vacío.El dispositivo había desaparecido.El silencio en la oficina se volvió ensordecedor. Madison y Ethan aún sentían la extraña sensación de tener recuerdos ajenos en su mente, como si sus almas hubieran quedado entrelazadas de una forma que ib
Madison y Ethan estaban en la terraza del apartamento, disfrutando de una copa de vino bajo el cielo estrellado. Había sido una noche intensa, pero ahora que todo estaba expuesto, por fin podían respirar con un poco más de tranquilidad.—Quedan solo dos días —dijo Madison, rompiendo el silencio.Ethan exhaló, observando la ciudad iluminada.—Sí… y no tenemos idea de si logramos nuestro objetivo o no.—Yo creo que sí —Madison lo miró con una leve sonrisa—. Antes de todo esto, tenía un vacío enorme dentro de mí. Desde que mi padre me abandonó, me sentía incompleta, como si siempre estuviera esperando algo que nunca llegaría. Pero ahora… ya no lo siento.Ethan giró el rostro hacia ella, interesado en sus palabras.—¿Cómo lo lograste?Madison tomó un sorbo de su vino antes de responder.—Aprendí que no lo necesito para sentirme completa. Que tengo personas que realmente me valoran y que yo misma soy suficiente.Ethan asintió lentamente.—Eso es bueno.—¿Y tú? —preguntó ella, observándolo
Madison en el cuerpo de Ethan salió y decidió ir al apartamento, se sentía muy vulnerable. Mientras Ethan la vio salir, tomó aire profundamente y marcó el número de Maximiliano desde el teléfono de Madison. No tardó en responder.—No esperaba que llamaras tan pronto —dijo Maximiliano con un deje de satisfacción en la voz.Ethan apretó los dientes, conteniendo su rabia. Tenía que actuar bien.—Creo que es hora de hablar —dijo, imitando el tono más dulce y seductor que había visto en Madison—. Me hiciste un gran favor.Maximiliano pareció confundido.—¿Un favor?—Sí… Gracias a esas fotos, Ethan me odia. Ya no me persigue, no intenta saber nada de mí. Y ahora que todo está así… puedo estar contigo sin preocuparme por nada.Hubo un breve silencio. Luego, Maximiliano soltó una pequeña carcajada.—Sabía que te darías cuenta de lo que realmente te conviene, Madison.Ethan sintió asco al escuchar su voz, pero se obligó a seguir.—Solo me quedó una duda… ¿Cómo lograste que las fotos salieran t
Madison, atrapada en el cuerpo de Ethan, salió de la oficina con los puños apretados y el rostro ardiendo de furia. No entendía el repentino cambio de actitud de Ethan. Hasta hacía unas horas, su relación, aunque extraña, parecía estar en un frágil equilibrio, pero ahora él la despreciaba sin razón aparente.Cuando llegó a la calle, su celular vibró con un nuevo mensaje.Maximiliano: Espero que hayas disfrutado las fotos.Madison frunció el ceño, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. ¿Qué fotos?Abrió la conversación, pero no encontró nada más. El mensaje estaba solo, sin contexto. Buscó entre el historial, pero el chat estaba vacío. Ethan lo había borrado.Un mal presentimiento la invadió. Se dirigió rápidamente a la papelera del celular y comenzó a revisar los archivos eliminados. Cuando encontró las imágenes, sus manos temblaron.Allí estaba ella, en la cama de Maximiliano, con su ropa ligeramente desordenada, los hombros expuestos, y Maximiliano acostado a su lado, sin ca
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