CAPÍTULO 44: SUYA
Eden
Asiento como una idiota enamorada. Mi corazón late tan fuerte que temo que salte del pecho y le grite lo obvio: Estoy jodidamente perdida por ti, Dmitry Volkov. Pero me muerdo la lengua y solo tomo su mano. Lo sigo, tropezando un poco con los tacones porque mis piernas tiemblan. Nunca he hecho nada ni remotamente parecido, pero lo sigo como si fuese lo más natural del mundo, como si nacer para él hubiese estado en mis planes desde siempre.
Dmitry empuja la puerta del baño de hombres y se asoma primero. Se asegura de que esté vacío, lo confirma con una mirada rápida y, sin decir nada, me jala hacia adentro. La puerta se cierra detrás de nosotros con un golpe seco.
—No hay nadie —asegura con un tono bajo, seguro.
Yo, en cambio, no puedo ni levantar la cabeza de la vergüenza. La adrenalina me tiene desbordada y el pudor me da una última advertencia antes de rendirse por completo. Él se me acerca y, sin darme tiempo para pensarlo, me toma de las caderas y me alza co