CAPÍTULO 45: SU SALVADORA
Eden
Todo en nuestra noche va maravillosamente bien, pero entonces aparece un imbécil.
Literalmente, como salido de las sombras más tóxicas del universo masculino. Alto, con camisa de botones abierta hasta el ombligo, aliento a ron barato y esa sonrisita de creído intocable. Se me acerca demasiado, invadiendo mi espacio como si fuera una extensión pública de la barra.
—Hola, preciosa —dice, alargando la palabra—. ¿Estás sola?
Le clavo una mirada que debería venir con una alarma de “no te acerques o pierdes los dedos”.
—No —respondo con frialdad.
El tipo se ríe.
—Vamos, no tienes que mentir, solo estoy siendo amable… —me toca el brazo, y esa es su primera mala decisión de la noche.
—Tócame otra vez y te juro que vas a escribir con los pies el resto de tu vida —le advierto, ya levantando el tenedor que venía usando para mover el hielo de mi copa. Y no estoy bromeando ni un poco.
Pero justo cuando estoy por apuñalarlo con el glamour que da la desesperación, apar