La puerta de la oficina aún no se había cerrado tras ellos, cuando el asistente personal de Leonardo, se acercó rápidamente.—Señor Salvatore, la reunión para revisar el estado de los fondos desviados comenzará en diez minutos. La sala de conferencias principal está lista —anunció en un tono respetuoso.Leonardo asintió sin detener su paso.—Gracias. —Luego miró a Alanna, ofreciéndole su brazo con un gesto galante—. ¿Vienes conmigo?Alanna sonrió levemente y, tomando su brazo, asintió.Ella no iba a quedarse al margen.Era parte de esa empresa ahora, parte de su vida.Mientras caminaban juntos por los pasillos tapizados de alfombras grises y decorados con arte contemporáneo, las miradas se volvían de forma inevitable hacia ellos.La elegancia natural de Alanna y la autoridad imponente de Leonardo formaban un cuadro difícil de ignorar.Al llegar a la gran sala de conferencias, las puertas de madera oscura ya estaban abiertas, revelando un interior elegante, sobrio y moderno.Una enorme
La tarde en Salvatore Entreprise transcurría con la calma engañosa que suele preceder a una tormenta. Después de su aplastante participación en la reunión de la mañana, Alanna regresó a su oficina para continuar revisando contratos, auditorías y propuestas pendientes. Quería dejar claro, desde el primer día, que su lugar no era solo decorativo.Pero mientras organizaba los documentos sobre su escritorio, notó algo extraño: uno de los contratos que debía presentar esa misma tarde había desaparecido.Su ceño se frunció levemente. Estaba segura de haberlo dejado allí. Y no era cualquier contrato: era un acuerdo de confidencialidad que debía ser firmado por nuevos inversores. La pérdida de ese papel, o su mal manejo, podría traer serios problemas a la empresa.Alanna se puso de pie, sus tacones resonando con decisión contra el mármol pulido. Salió de su oficina y recorrió el pasillo. Fue entonces cuando, doblando la esquina, vio algo que no esperaba: Alexa, su eterna sombra disfrazada de
La mañana siguiente amaneció serena en la mansión Salvatore, pero en el edificio principal de Salvatore Entreprise, la calma era solo una ilusión.Alanna llegó temprano a la oficina, como Leonardo le había sugerido. Vestía un elegante conjunto que, sin ser ostentoso, transmitía autoridad. Saludó con cortesía al personal y se instaló en su nueva oficina, la cual había sido asignada por Leonardo el día anterior.Pero no tardó en percibir que algo andaba mal.Algunos documentos que debía revisar para la reunión de ese día no estaban en su escritorio.Extrañada, preguntó a su asistente, una joven tímida llamada Regina, quien negó haberlos recibido.—Señora Sinisterra... quiero decir, señora Salvatore... yo no vi que llegaran. Lo siento —dijo, nerviosa.Alanna sonrió con amabilidad para tranquilizarla.—No te preocupes, Regina. Verificaré en el archivo.Fue entonces que, al pasar por el área de operaciones, escuchó una carcajada disimulada.Alexa, sentada casualmente sobre una de las mesas
Alexa sabía jugar sus cartas.Después del golpe que recibió en la reunión, estaba dispuesta a recuperar su terreno.Y sabía exactamente dónde apuntar: Leonardo.Él seguía siendo su obsesión, su ambición no resuelta, y mientras Alanna brillaba cada vez más a su lado, Alexa se consumía por dentro.Esa mañana, vestida con un conjunto entallado color vino que resaltaba su figura, entró sin anunciarse a la oficina de Leonardo.—Buenos días, Leo —dijo con voz dulce, cerrando la puerta tras ella.Leonardo alzó la vista desde su escritorio, algo sorprendido.—¿Te puedo ayudar en algo, Alexa?Ella sonrió, caminando con seguridad hasta quedar frente a él.—Solo vine a disculparme... Por lo de ayer. No sé cómo se filtró ese informe falso. Me avergüenza que se haya dudado de Alanna —dijo, bajando un poco la cabeza, fingiendo remordimiento.Leonardo no respondió de inmediato. No era ingenuo. A pesar de no tener pruebas, algo en su instinto le decía que Alexa había movido los hilos.—Lo mejor será
Vince parecía dudar solo un momento. Sabía que lo que Alexa le pedía no era algo que se pudiera hacer a la ligera, pero también sabía que no podía rechazarla.—Entiendo... Pero eso es confidencial, Alexa. Si me pillan...—No te preocupes —interrumpió Alexa, segura—. Yo me encargaré de que no pase nada. Solo asegúrate de obtener los documentos. Y, por supuesto, no olvides que el favor que te debo todavía está en pie. Piensa en eso como tu seguro.Vince suspiró. Sabía que cualquier cosa que Alexa le pidiera ahora se pagaría con otro favor a su favor. No tenía otra opción.—Lo haré —respondió finalmente, resignado—. Te envío todo lo que pueda en las próximas horas. Pero tienes que ser discreta. No quiero que esto se filtre.—Lo sé. Y confío en ti para que todo quede en silencio. Nos vemos pronto —Alexa colgó sin esperar más respuesta.Un sentimiento de satisfacción recorrió su cuerpo. Todo estaba avanzando tal y como lo había planeado. Vince ya estaba dentro, comprometido a darle acceso
Faltaba solo un día.El ambiente en la empresa era distinto, cargado de emoción y expectativa. Desde temprano, los empleados hablaban animadamente sobre la esperada integración anual, que este año prometía ser más lujosa que nunca. A media mañana, todos recibieron una notificación en sus correos corporativos: una presentación elegante con el logo de la compañía anunciaba los detalles del evento.> “Lugar: Playa privada El Marfil.Actividades: Team building, retos deportivos, cena al atardecer y velada junto al mar.Código de vestimenta: ropa cómoda y traje de baño.Hora de salida: 7:00 a.m. desde la sede principal.¡Nos vemos allí!”Las reacciones no tardaron en llegar: risas, gritos de emoción, comentarios sobre la arena blanca y las fotos que se iban a tomar. Pero para Alanna… fue diferente.Ella bajó la mirada al leer el nombre del lugar. Su mano tembló ligeramente, apenas perceptible. Sintió cómo un escalofrío le trepaba por la espalda, como si alguien hubiera susurrado un recuerd
El sol apenas comenzaba a despuntar cuando los primeros empleados empezaron a llegar al punto de encuentro. El aire fresco de la mañana traía consigo la brisa salada del mar y el canto de las gaviotas anunciando la cercanía de la playa. La empresa había alquilado un autobús privado para trasladar a todos hasta la exclusiva costa donde se llevaría a cabo la integración anual. Era un evento esperado, lleno de actividades recreativas, competencias amistosas y dinámicas diseñadas para fortalecer los lazos entre los distintos departamentos.Todo parecía perfecto. Para todos, menos para Alanna.Desde que había amanecido, el estómago le pesaba como una piedra. Había intentado desayunar algo ligero, pero el nudo en su garganta lo impedía. Leonardo la observaba con disimulo, notando su palidez, la tensión en sus hombros, y cómo sus dedos jugaban nerviosamente con el borde de su bolso.—¿Segura que quieres ir? —le preguntó por última vez mientras subían al coche.—Sí —respondió ella con firmeza
El sol ya estaba alto en el cielo, reflejándose en las aguas cristalinas que rodeaban la playa privada. Las risas, los juegos, el aroma a bronceador y la música alegre creaban un ambiente perfecto de desconexión. Pero no todos se sentían cómodos.Alanna caminaba por la orilla, en silencio, evitando mirar de frente el mar. Cada vez que las olas rompían cerca de sus pies, su cuerpo se tensaba con una rigidez que solo ella conocía. A pesar de haber sonreído y saludado con cordialidad a todos, dentro de sí la ansiedad palpitaba con fuerza. El pasado parecía susurrarle entre cada brisa marina.Entonces, lo inevitable ocurrió.—¡Pero miren a quién tenemos aquí! —se escuchó la voz aguda, cargada de sarcasmo.Todos voltearon. Alexa se acercaba, enfundada en un conjunto deportivo ajustado, con una sonrisa ladina en los labios. Caminaba con seguridad, con esa energía que buscaba siempre ser el centro de atención. A su lado, varios empleados ya empezaban a murmurar entre risas nerviosas.Alanna