La tarde avanzaba lenta, como si el sol mismo se rehusara a ocultarse, dejando la casa bañada en una luz dorada que no lograba suavizar la tensión que comenzaba a adueñarse del ambiente.
Sabrina y Bárbara estaban sentadas frente a Alanna, pero la atmósfera ya no era de cálida visita: era un campo de batalla silencioso. Alanna, desde su lugar en el sofá, sostenía la taza de té entre sus manos, pero no la bebía. Sus ojos, fijos, inquisitivos, no dejaban escapar ni un solo gesto.
Había llegado el momento. No podía seguir conviviendo con medias verdades.
—¿Puedo hacerles una pregunta un poco incómoda? —preguntó, su voz tan calmada que heló a Bárbara y Sabrina al instante
—Claro, querida —dijo Bárbara, intentando sonar relajada, aunque un leve temblor en sus manos la delataba
Alanna ladeó la cabeza ligeramente, sus ojos brillando con una astucia que pocos se atrevían a enfrentar.
—Quiero saber qué fue exactamente lo que hubo entre Leonardo y Alexa
La pregunta cayó como una losa pesada sobr