La puerta de la oficina aún no se había cerrado tras ellos, cuando el asistente personal de Leonardo, se acercó rápidamente.
—Señor Salvatore, la reunión para revisar el estado de los fondos desviados comenzará en diez minutos. La sala de conferencias principal está lista —anunció en un tono respetuoso.
Leonardo asintió sin detener su paso.
—Gracias. —Luego miró a Alanna, ofreciéndole su brazo con un gesto galante—. ¿Vienes conmigo?
Alanna sonrió levemente y, tomando su brazo, asintió.
Ella no iba a quedarse al margen.
Era parte de esa empresa ahora, parte de su vida.
Mientras caminaban juntos por los pasillos tapizados de alfombras grises y decorados con arte contemporáneo, las miradas se volvían de forma inevitable hacia ellos.
La elegancia natural de Alanna y la autoridad imponente de Leonardo formaban un cuadro difícil de ignorar.
Al llegar a la gran sala de conferencias, las puertas de madera oscura ya estaban abiertas, revelando un interior elegante, sobrio y moderno.
Una enorme