Laura
La puerta se cerró tras Antonio y el golpe me hizo saltar, de nuevo.
Mis nervios estaban en punta luego de lo que acababa de pasar.
Aunque ya no lo tenía cerca de mí, la estela de su colonia cargaba el aire como si aún estuviera conmigo; incluso el roce de sus dedos seguía calentando mi mejilla.
—¿Él casi me…? ¿O acaso yo? —Creí pensar, hasta percibir la vibración de mi propia voz en la garganta.
Mi mano tembló mientras vertía el agua en la taza con manzanilla; descarté el café, necesitaba relajar los nervios luego de lo ocurrido.
¿Por qué Antonio me producía todas esas sensaciones? Él era mi abogado, y yo le agradecía su apoyo infinito; pero mi corazón —quisiera o no— seguía en las manos de Carlos.
O quizás eso quieres creer, pareció susurrar una voz interna.
Negué en silencio.
Sostuve la taza humeante con ambas manos; el calor atravesó mi piel, pero ni así dejé de temblar.
Salí hacia la sala a pasos lentos. Mis rodillas trepidaban, por eso me senté en el sofá frente al televis