¿Es este el precio a pagar por amar al hombre equivocado?El vientre me dolía como si quisiera partirme a la mitad. Una presión insoportable en mi zona baja me arrancó un grito animal.—¡Carlos, ayúdame… Aaaaah! —imploré a gritos su apoyo, pero ni siquiera se movió.El caos estalló. Manos desconocidas me sujetaron, voces gritaron órdenes, una camilla apareció de la nada.—¡Entró en labor de parto, hay que trasladarla ya! —dijo alguien.Negué con desespero, aferrada a mi vientre.—¡Nooo! Mi bebé… ¡No, aún falta!Las contracciones me desgarraban sin piedad. El dolor me atravesaba la espalda, las caderas, las piernas, como si me arrancaran los huesos desde dentro. Jadeaba, grité hasta quedarme sin aire, mientras lágrimas calientes nublaban mi vista.—¡Carlos! —volví a gritar—. ¡Ven, por favor!Las luces del corredor pasaban delante de mí como destellos blancos. Sentía el sudor correr por mis sienes, empapándome el cabello. El aire era insuficiente, cada respiración un sollozo quebrado.—
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