Liliana salió de la habitación y se dirigió a la biblioteca, mientras se dirigía hacia allá en busca de una PC para revisar la información grabada en el pendrive, se encontró en las escaleras con el guardaespaldas.
—¿A dónde se dirige Sra Santos? —preguntó Franco en un tono más leve al usual.
—Necesito un computador —respondió con firmeza.
—Bien, en su habitación tiene uno para su uso. —indicó.
—No he revisado esa habitación —contestó.
—Esa no es su habitación, Sra Santos. —dijo y ella frunció el entrecejo.— A partir de hoy será aquella —señaló al final del pasillo, justo frente a la habitación de Alessandro.
—¿Allí? —preguntó algo confundida.
—Sí. El Sr Enzo lo dispuso antes de… —Guardó silencio.
—Entonces lléveme hasta allá. —ordenó.
—En seguida señora. —El guardaespaldas terminó de subir y se dirigió con ella hasta la habitación.
Por primera vez, el guardaespaldas caminó delante de ella, abrió la puerta y se encendieron las luces de forma automática. Liliana quedó