Mientras Liliana decidía sobre su nueva vida. A unos cuantos kilómetros de ella, Nicollò Mastrofilipo se encontraba reunido con uno de su consigliere.
—¿Qué crees que hará, ahora? —preguntó.
—Posiblemente huya, es una mujer. No será una rival para mí. —respondió con suficiencia.
—No deberías subestimarla. Si fuese tan tonta, Enzo Fiorini no la habría dejado en su lugar.
—Esa fue una estupidez, producto de su venganza contra su hermano menor, prefirió dejar a una mujer que saber que Alessandro ocuparía su lugar. —soltó una carcajada mientras fumaba su habano.
—Esperemos que sea eso y no una trampa de los Fiorini.
—Estoy seguro de que no habrá nada que temer, no hay nada tan sencillo como doblegar a una mujer, un ramo de rosas y unos cuantos halagos serán suficientes para conquistarla.
El consigliere sonrió levemente. A diferencia de su jefe, no se sentía tan seguro de su hipótesis. Aunque Enzo era un hombre arrogante y excesivamente autosuficiente, no era para nada tonto.