capitulo 27

El aire en los túneles se volvía cada vez más denso. Olía a humedad, a óxido, a miedo. Zarella mantenía a Indira envuelta en una manta térmica improvisada, sus ojos atentos a cada sombra, a cada eco que rebotaba en los muros curvos del subsuelo.

Sarah caminaba adelante, con una linterna débil en mano y la pistola en la otra. No hablaba. No dormía. Desde la muerte de Silvio, algo en ella se había quebrado… o más bien, se había afilado.

Santi cerraba la marcha. Sus pasos eran pesados, sus pensamientos más. No podía quitarse de la cabeza la imagen de su familia. Su madre, su hermano… y ahora esa niña pequeña aferrada a su grupo como si fueran su única esperanza.

Una explosión sacudió la ciudad a lo lejos. El suelo tembló levemente bajo sus pies.

—Eso fue cerca —dijo Zarella, ajustando el abrigo de Indira.

—Están quemando los puntos de apoyo —murmuró Sarah—. Están siguiendo nuestra ruta hacia atrás.

—¿Cómo lo sabés? —preguntó Santi.

Ella se detuvo y lo miró.

—Porque yo he hecho es
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