Danma City respiraba en una calma tensa. Después de los últimos enfrentamientos, la ciudad parecía haberse acurrucado en un rincón sombrío, como un animal herido que espera el momento adecuado para atacar. Las calles, antes llenas de caos, ahora se sentían más vacías, aunque la tensión era palpable en el aire. El refugio de Santi y su grupo estaba más fuerte que nunca, pero sabían que la paz nunca duraría.
La cabaña que ahora llamaban hogar era un respiro dentro de la tormenta. Sarah, Santi, Luna, Zarella, Indira, Alma y Sofía se mantenían unidos, a pesar de los temores que los acechaban constantemente. Era un equilibrio delicado, pero era su equilibrio. No había fuerzas externas que pudieran separarlos… al menos, no aún.
El sol se estaba poniendo, y la luz naranja comenzaba a filtrarse entre las cortinas de la cabaña. Luna estaba sentada en el porche, observando el horizonte. Aunque en sus ojos había la tranquilidad de los que se sienten seguros, también había algo más: un dejo de in