capitulo 24

El sol apenas asomaba entre las ruinas cuando Sarah y Zarella se detuvieron. Indira dormía en los brazos de Sarah, envuelta como un susurro. Habían avanzado por pasajes olvidados, sorteado barricadas y cruzado calles fantasmas. El aire olía a gasolina vieja y a miedo. La vieja fábrica que mencionó el chico estaba cerca.

—Por acá —susurró Zarella, guiando por un corredor estrecho entre dos edificios vencidos.

Pero algo no encajaba.

Sarah lo sintió primero: ese silencio tenso que precede al desastre. El eco de pasos que no eran suyos. Las sombras que se movían más rápido de lo que debían.

Y entonces, la voz.

—Nunca aprendés, Sarah.

Desde el otro extremo del pasillo apareció Silvio Mendoza, hermano menor de Roque. Sonrisa torcida, gafas oscuras, y una escopeta colgando del hombro como si fuera un adorno más. A su lado, dos matones armados, con la mirada vacía de los que ya cruzaron demasiadas líneas.

—Veo que seguís cargando con los muertos —señaló a Indira con desprecio—. Y con e
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