CAPITULO 5

“Ardiente”

—Mañana apenas salgas de la universidad te vienes a la agencia. Sé puntual Alexandra, por favor.

Escucho de vuelta el audio de Iván para caer de una buena vez.

Pía me dio el cheque, lo cobré al salir del centro comercial y enseguida me puse en contacto con Iván Malkovich, el booker de Luxion, la agencia de modelos que he venido siguiendo desde que llegué a Mónaco.

Le contesto con un 👍👌 y me sonrío como idiota.

—¿Le ves esa cara? —Lula codea a Pía. Pía codea a Lula y al final me tiran las hojas de apuntes al rostro.

—Si así está ahora, cuando ponga un pie en la agencia ni nos vuelve a hablar la engreída esta.

Chasqueo la lengua y me muerdo el labio, aventándoles un puñado de arena.

—Primero me tienen que ver, y para eso no está Iván, para eso está la dueña de la agencia que creo, es muy exigente.

—¿Y qué? —arrastrándose por la manta, Lula viene hacia mí—. Te van a ver con ese cuerpito, y esos ojos... Y esa boca y ese pelo y hasta a la dueña de la agencia le va a venir el cucardio en el que te dije.

Me tiento de risa y la empujo, alejándola de mí.

—Te vamos a acompañar, te vamos a alentar —Pía pone su expresión de absoluta demente—, y en el extremo caso de que esa mujer sea ciega, descuida —se relaja—. Le vamos a prender fuego toda la agencia y al carajo todo.

—No uses nadita de maquillaje —me dan indicaciones—. Y el pelo al natural. Porque mientras más natural te veas, mejor. Eso sí, el conjunto te compraste hoy me lo llevas en el bolso y te lo pones mañana antes de irte a la agencia.

Frunzo los labios y...

Joder.

Es 99% probable que me pidan una pasarela para reparar en mis medidas. Al menos fue lo que Iván me dijo.

«Lleva tacos, ropa ceñida o lencería que puedas lucirle a Kiara. Ella te va a mirar, te medirá y te analizará desde el pelo hasta los pies porque nunca admite chicas mediocres o que no colmen sus expectativas. Así de exigente es Absoluta. Ama y reina de las pasarelas de Mónaco»

Me pasan el cigarro y le doy una calada profunda.

—No estoy nerviosa ni insegura. Voy a quedar. Voy a ser la mejor.

—Esa es mi perra —Lula abre el libro de psicología y trastornos y me lo tira a las piernas—. Ahora... Necesito un resumen para mañana y no entiendo. Dame luz iluminati.

Lo ojeo con desagrado.

A grandes rasgos este libro me trae de los peores recuerdos y cada vez que tengo que leerlo siento ganas de vomitar.

—Psicopatía. Distintos tipos, cómo se presenta, tratamientos —paso algunas páginas y vuelvo a fumar del porro antes de cedérselo a Pía. Anochecer en la playa con marihuana, vodka, libros y amigas es de esos placeres terrenales que no cambiaría por nada en el mundo mundial—. Marcado comportamiento antisocial, empatía y remordimientos reducidos, y un carácter más bien desinhibido —levanto la vista de la carilla, me mando un trago de vodka blanco, limpio y ardiente y arqueo una ceja al observar que Cellario ni m****a de tomar apuntes—. ¡Oye...

—Es que no puedo concentrarme —sacude los rizos y se toca la frente—. ¿Tienes la reseña?

—¿La mía? —alzo las cejas un poco más—. Sí y no me la vas a copiar.

Hace pucheros y me reza...

—Vas a ser modelo, Alex... Apiádate de mí que no puedo concentrarme.

—Si fracaso como modelo no quiero morirme de hambre. Para eso sigo estudiando. No me vas a copiar.

Le doy la botella y me insulta con los labios pegados al pico.

—¡No vas a morirte de hambre! —se queja—. Tu hermana está re podrida en plata.

—Tus padres también —ataco mofándola—. Así que estamos a mano.

—Puta.

—Y me encanta —le echo la lengua.

—Yo estoy con un tema —Pía se cubre los ojos un instante y manda al demonio la ayuda a Lula.

Nos saca los apuntes, los libros y todo lo guarda.

—Parece bastante existencial —reflexiono.

—Lo es —asiente y sus rulos rubios se bambolean—. Siento que estoy metida en una telenovela turca pero bien sexy.

Aspira el porro y es estira en la manta como toda una gata.

—Vale, a ver que queremos oír —Lula se interesa y yo estoy más que intrigada.

—Cuando le digas a tu hermana que papi Ciro delicioso es tu profesor, que te anduvo toqueteando en el probador, que te quiere recontra follar hasta por las orejas y que todas tenemos orgasmos espontáneos al verlo, ¿la podrías poner en altavoz por favor?

Empiezo a reírme pero es de nervios nomas.

Contarle las cosas a estas dos es soltarle el seguro a una granada. Después andan pensando pura m****a.

—¿Le sentiste la polla cuando te acorraló ahí? —morbosea Lula bajando la voz—. Tienes que olvidarte de que odias al traidor porque o sea... Ahora el traidor no es él. Si tiene otro nombre no se vale. No cuenta nada.

—No le sentí nada porque no lo manosee —arrugo el ceño—. Sólo le di una probadita de lo que soy, luego le dije mi apellido y creo que se quedó sufriendo un infarto.

—¿Y a tu hermana?

¿A Charlie...

Jamás le mentí a Lotte pero de ninguna forma puedo decirle que ando calentando a Ciro Walker.

Sí mañana o pasado cuando tengamos nuestro rato de charla le voy a contar que está aquí porque eso tiene que saberlo pero no los detalles.

De mi hermana puedo esperar cualquier cosa, sería capaz de venirse a Mónaco a retorcerle el cuello al sinvergüenza y si soy honesta todavía no quiero que eso pase.

La trompada de Charlotte es como la cereza del pastel. Yo tengo mis planes y si me dije que se la voy a hacer de a cuadritos y todas las figuras geométricas, se la voy a hacer.

—Le voy a contar que está de paso —resuelvo—. Pero de ninguna forma le voy a decir lo otro.

—¿Ves? El tránfuga ya está armando caos.

—Ningún caos —esbozo un gesto de indiferencia—. Para Charlie él fue cero, para mí es un tipo con el ego allá arriba y me voy a divertir mucho desinflándoselo.

Ni traición mi mentiras, no siento nada de eso.

Lotte está felizmente casada y yo soy felizmente mayor e independiente para hacer lo que se me antoja.

—¿No se lo vas a decir por él o por ti? —curiosea Pía.

—¡Por mí por supuesto!

—No te estoy siguiendo. La marihuana me pierde un poco.

—Que mi hermana acepta algunas cosas pero la realidad es que es muy... Sobreprotectora. Tolera lo de Dan porque ya soy grande y listo, follar tengo que follar. Es única... Pero es más tóxica que yo en ciertos asuntos, la familia por ejemplo. 

Me río porque... Es la puta verdad.

Si supiera lo de Ciro lo mataría sin dudas.

Mataría a cualquiera que quisiera meterme el pito.

Para ella... Siempre voy a ser la menor, la princesita, la chiquitita a la que nadie ve, nadie toca, nadie prueba.

—¡Estás bravita Donnovan! —Lula silba—. Mira que me das miedo porque te ves bien mala a veces.

Me ato el pelo en una coleta alta y desprolija y me saco la camiseta porque el calor es infernal, no corre ni una tenue ventisca y ni el agua en la orilla ayuda a refrescarnos.

Me quedo en falda y top y estiro las piernas, relajándome al extremo.

—Me imagino al profe en pelotas y se me abre la canilla —Lorenzi suspira—. No pude deja de verle el bulto en lo que duró la clase. Diosito perdóname.

—Si te lo tiras —Lula me apunta con el dedo—. Nos vas a decir no sólo si coge rico, nos vas a contar si la tiene grande, gruesa, chica o doblada —esboza una mueca maliciosa—. Aunque con la seguridad que se planta apuesto a que la tiene bien gruesa y grande, y rugosa. Y de seguro que cuando se corre... ¡Jesús!

Me aclaro la garganta porque pensando en eso se me olvida que hablamos de Ciro Walker.

Si fantaseo con su verga me caliento y si me caliento demasiado pierdo.

Y yo nunca pierdo.

—¿Qué tal si nos cuentas cómo te fue en la cita?

Cellario rechista y se incorpora—. ¡Como el culo —suelta—. El tipo era harto baboso y estaba casado. Dijo que me pagaba quinientos por follarme el culo y cien extra si se la mamaba. ¡No estoy teniendo suerte con los tipos! —sigue gruñendo—. ¡Y estoy teniendo un maldito problema con mis padres que no me deja dormir!

—¿Cuál?

—No quieren apoyarme con la operación. Dicen que no lo haga, que es muy arriesgado para mi salud.

Apretando los labios me voy hacia ella.

Se acuesta con la cabeza en mi regazo y mientras enciende el segundo porro, le acaricio los rulos.

—Se preocupan por ti, Lulita —le susurro.

—Todos los hijos tienen que tomar riesgos y yo no me siento yo. No me siento completa y a veces no sentirme completa me hace sentir m****a, vacía y hasta deprimida. Quiero ser yo misma, quiero ser la mariposa que muestro a todos desde adentro hacia afuera.

—Nosotras te apoyamos incondicionalmente —Pía le masajea las piernas—. Queremos que seas feliz y si la cirugía es tu puente para llegar a eso, reúne el dinero y que te importe un pito el resto. 

Como chica trans ha atravesado cambios increíbles en su aspecto físico, psicológico y emocional pero todavía siente que le resta dar el paso.

Lucha a diario contra su familia y los miedos de ellos, expresándoles que necesita someterse a una operación de cambio de sexo, porque aún en la década en que vivimos y en el año que corre Lula sigue asfixiada por el tabú social del que nadie habla y a muchos le asquea. 

El mundo no es tan inclusivo como lo pintan y yo lo sé.

Yo la veo, sé que la pasa horriblemente mal muchas veces y me he ido de frente a partirle la nariz a más de uno que se ha metido con ella.

—Te amamos super fuerte —le enfatizo—. Y estamos para cuidarte y apoyarte en todo.

—¡Epa chuladas que llegó el combo! —las voces y gritos que vienen del sendero que conecta la playa con los departamentos, interrumpen la conversación.

Las tres volteamos y a lo lejos observamos a Max, Lucien, también Raven y Mishka.

Se nos aproximan con botellas y dos parlantes que suenan a medio kilómetro.

—Dan no está —chismosea Lula.

—Le dije que no quería verlo de nuevo y que teníamos que tomar distancia —replico, mirando a los chicos—, por lo menos por un tiempo...

—¡No existe estudiar a esta hora y menos con esta noche!

Se sientan con nosotras y se arma el desorden.

Si Pía y Lula son puro conventillo, estos son caos.

—Te diría que es el comportamiento de una alumna ejemplar —le ojeo el costado—. Pero veo que traes un Ciroc así que sólo te pido que me compartas.

Le suben a la música. Un pop latino muy bueno.

Raven es lo más armando pistas y saca las mejores canciones de hasta debajo de las piedras. No en vano es Dj en Burlesque.

—Mira, mira lo que tengo viciosa —Mishka le muestra un sobrecito pequeño a Pía y ella se pone a aplaudir.

—¡¿Dónde la conseguiste?! —le chilla.

—Me valió dar el culo pero es de la mejor.

Le tira el paquetito. Ella lo abre, pone un poco de magia púrpura en el dorso y le pasa suavemente la lengua.

—Dios... Está potentísima

—¿Alexi? —me la ofrece pero de inmediato niego.

No es por santa. Es porque ya la probé y el día que lo hice creí que iba a morirme de sobredosis.

Desde allí, a esa m****a la quiero lejos de mí.

—Mañana es día de after —Raven descorcha champaña, y tira sobre la tela en la arena más vodka, campari y tequila—. Hay un buen bacilón en la costa este. Con excelente música y mucha meta corriente.

De una sigo declinando y a esta Lula se me suma.

—Los after son divertidos cuando no hay presentaciones que dar en clases —se toca los rizos—. Mañana paso.

—Tengo mi entrevista en la agencia —me encojo de hombros—. Paso por dos.

—Yo quiero ir —Pía pucherea—. Pero Lula es mi yo responsable y Alex mi dos incondicional. Paso por tres.

—Aburridas —Mishka se me sienta al lado y me pasa el brazo por los hombros—. Ey, pelirroja... Se corrió el rumor de que mandaste a volar a Dan.

—Ni idea —me saco su brazo de encima, le doy una palmadita en el pecho y me levanto del mantel—, pero no quiero sexo contigo, por si acaso se te ocurre invitármelo.

—Tengo mucha meta y polvo rosa —me hace un guiño y tengo que reírme a carcajadas porque...

Es un tarado amigable.

—Si tuviera que follar con un narco seguro no sería contigo —Pía me toma la mano y me hace dar una vuelta—. Lo haría en grande, con uno buen mozo, y poderoso. Con un verdadero, sangriento y jodido criminal, no con un vendedor de baja calaña, mimado de los padres y que todavía usa pañales para irse a dormir.

Mishka se queda de piedra y con el gallito por el piso.

—Eres taan cruel —Lorenzi sujeta mi cintura y me baila. 

Me uno al movimiento porque adoro hacerlo. Con alcohol y hierba en el sistema bailo hasta un arrorró.

—Soy sincera, Píucha —le hago dar una vuelta y agarradas de las manos seguimos muy en la nuestra. Compenetradas en la canción—. Porque Dan fue mi excepción en la universidad.

Me alejo moviendo la cadera, me le acerco en tres pasos y giro.

Sacudo suavemente la cabeza porque lo que suena es una puta bomba que me encanta.

Pero como todo la pista se acaba y entonces me voy donde los muchachos para empinarme el Ciroc.

Un trago más y subo al depa, sino mañana no va a haber alarma que me despierte.

Mi celular vibra en mi mano y cuando bajo el trago que me pone a arder hasta el cerebro, prendo la pantalla.

Es un número que no tengo registrado y que me mandó un mensaje de texto.

Con la cabeza desorganizada y dándome vueltas lo abro, y lo leo.

Desconocido:

Dragona, te estoy esperando en el parking.

Arrugando el ceño, le contesto.

¿Dan?

Desconocido:

Quiero verte. Te espero.

Apago el teléfono y miro a mis amigas. En gestos les explico que me largo, que quizá vuelva o quizá directamente suba al departamento.

Saludo también a los chicos y voy por el camino que conecta playa con edificio y lobby con parking.

Sé lo que le dije a Daniel.

Sé que le corté y que puse de excusa el tiempo pero la verdad es que estoy un poco alcoholizada, lo de Walker me tiene trastocada y necesito divertirme aunque sea un ratito.

Salgo al estacionamiento privado del edificio y busco el Honda rojo de Dan. Me meto entre los coches aparcados y me adentro en las filas.

¿Dónde estás? escribo.

Desconocido:

Última fila.

Avanzo un poco más y me llega otro mensaje.

Desconocido:

Mueve las piernas, o te las voy a mover yo y de la forma que más me gusta, cosita.

Trago saliva y freno justo en donde el mensaje me indicó.

Lo hago reculando porque... Dan no me llama así.

Ese número no es de Daniel.

—¿Te da miedo la oscuridad, mi vida?

La pregunta me eriza pero la voz me enerva.

Y podré estar medio alcoholizada pero sé perfectamente de quién se trata.

—Me dan asco los cerdos —espeto, visualizándolo recargado sobre el capó de un espectacular Camaro negro, con los brazos cruzados y una sonrisa ladina en la cara.

—Pensé que eras más valiente que esto —me analiza de arriba abajo y pone una expresión de decepción—. No eres digna hermana de Charlotte, cosita. Qué pena. Ella sí que se las aguantaba todas.

Cierro las manos en puños y vuelvo a tragar.

—Concuerdo —replico, enseñándole una media sonrisa—. Lo único que mi hermana no aguantó fue tu repulsiva y asquerosa cara, y por eso te mandó a comer m****a cuando quisiste disculparte con ella —deja de sonreír y vuelvo a tomar las riendas de mi autocontrol—. ¿No? ¿No fue eso? Digo... Charlie no te dio ni las gracias y, bueno... Ninguno de nosotros la culpamos —con osadía me le acerco porque a mí no me acojona nadie. A mí no me pone a dudar absolutamente ninguna persona y sobre todo, no existe ser humano que me reduzca la seguridad que tengo en mí misma—. La verdad es que a los traidores hay que pisarlos como se pisa una cucaracha. Aplastarlas y rematarlas para que no se anden multiplicando por ahí.

—¿Qué puedes saber de eso si... ¿Cuántos años tenías? ¿Diez? Todavía jugabas a las barbies, bonita —se incorpora y me le planto. Avanza algunos pasos hacia mí pero no retrocedo. Para atrás nunca—. Tenías la cabeza puesta en las caricaturas y un diario escolar... No me jodas.

Apenas inclino la cabeza a un lado y lo miro. Desde la oscuridad del parking resalta el azul de sus ojos, porque con la piel casi canela que tiene y la barba oscura, esas dos piedras oceánicas brillan por sí solas.

—Supe más de lo que cualquiera supo. Que la persona en la que ella más confiaba fingió su muerte, hizo que llorara sobre su cajón y encima, la mandó al paredón para que su ejecutor la volviera sesos —le mantengo la mirada y me tenso cuando se acerca lo suficiente, retira un mechón de mi cabello y lo pone detrás de mi oreja—. Por culpa de ese asqueroso infeliz estuvo por morir y casi murió mi sobrino —retiro su mano con un violento empujón—. Tenía catorce y ya no jugaba a las muñecas. Miraba orgías en Juegos de Tronos y practicaba ponerle el condón a las bananas... Porque estaba a punto caramelo para irme a la cama con un chico.

Mi úlltima respuesta lo pone nervioso. Lo sé porque su prominente nuez de Adán sube y baja en un rítimico movimiento.

—¿Qué tal está Charlotte?

Arqueando una ceja lo rodeo. Su perfume me llega y aunque me pesa admitirlo huele demasiado bien.

—Mejor que nunca —respondo aguardando a su reacción—. Está muy feliz con mi adorado cuñado y... —le dedico mi mayor sonrisa de satisfacción— Es fiscal de corte en Washington.

Palidece porque la noticia le llega como una patada en las bolas.

—Siempre fue sublime —se aclara la garganta—. Le deparaba una carrera brillante.

—Por supuesto. Lástima que por tu culpa casi le cortan esa posibilidad.

—Ella está bien. Todos ustedes lo están, ¿qué tanto drama? Cinco años después viene la hermanita a querer joderme la existencia.

Le miro la espalda. Es ancha y usa una camiseta blanca ajustada que le marca cada músculo. Desde los brazos enormes, con venas gruesas y sobresalientes adornándole los bíceps, hasta la cadera apenas ceñida.

—¿Acaso yo te vine a buscar? ¿Yo te mandé un mensaje de texto? ¿Yo me metí en el probador o te morbosee follándote a otra? ¿Quién viene a joder a quien, Ciro?

—Archie —se da vuelta, y se prende un cigarrillo.

—Ciro Walker. Así es como te llamas y ese nombre es con el que me voy a referir a ti. Ciro traidor Walker.

—Me disculpé con Charlotte en su momento, pagué mi precio y le di a tu hermana mayor las alas con las que hoy por hoy anda volando alto. Hice lo que hice porque la causa lo ameritaba. Porque el sistema lo necesitaba.

—Sacrificar al peón más débil es de cagones. Porque teniendo fuerzas militares preferiste exponerla —el desdén me carcome. Es que para mí el significado de traición abarca demasiado y Ciro Walker tiene la pinta de ser del tipo de gente que da el puñal las veces que sean necesarias para obtener lo que quiere—. Manejaste a Charlotte como pieza de ajedrez haciéndole creer que te importaba. Y la mandaste a morir porque si moría o mataba la limpieza se iba a hacer igual. Y para mí, mi sangre no es uno más. Cuando alguien jode a una persona que quiero, yo voy y lo hago pedacitos, como la ves.

Fuma y suelta el humo en mi cara.

Es muy sensual para ser verdad y eso no está bien. En este momento tengo que verlo como un bicho y no como un tipo ardiente que se está controlando para no meter la mano bajo mi diminuta falda.

—Eso no fue así. No sabes nada niñita y tampoco me conoces para hablarme de esta forma.

Dejo de centrarme en la virilidad que desprende su expresión; algo seria, traviesa y sexy, y reparo en su coche deportivo.

—Bonito automóvil —murmuro cambiándole el tema. Dando vueltas alrededor del Camaro.

—Algún día vamos a coger en él —dice en un ronroneo, siguiéndome lentamente, sin dejar de fumar—. Vas subirte sin ropa interior, te me vas a sentar encima y me vas a consentir después de haberme tratado como m****a.

Le dedico una sonrisa, ladeando la cabeza, deteniéndome en una de las portezuelas y apoyándome en ella.

—Cada quien recibe el trato que se merece —comento con indiferencia. 

—Primero me vas tocar. Tu manito de princesa me va a poner dura la verga y sé que te va a encantar. Tengo un regalito que te va a mojar sólo pensarlo.

—El traidor nunca deja de ser traidor —recalco, ignorando que lo que dice efectivamente me moja y me hace apretar las piernas—. Cuando elijas volver a la ciudad vas a querer desterrar a mi hermana y ahí estaré yo, dispuesta a...

—Cogerme como si fuera mi maldito último día —se me aproxima, echando el humo del tabaco en mi cara—. Porque me mato pensándote desde la mañana. Empomando ese tatuaje delicioso y llenándolo de mis jugos. Mordiéndote las tetas. Que me brinques encima. Que me arañes, me destroces, y me hagas correr mientras sigues montándome.

Me echo hacia atrás poniendo un poco de distancia.

—¿No te calienta imaginar que te llenas de mí, que mi semen caliente y cremoso se esparce, chorreando por tus piernas y aún así estás tan loquita de deseo que no consigues acabar? ¿Me vas a decir que no quieres sentir mi polla? —e pega a mi cuerpo como un cazador sobre su presa—. Tuve que pajearme en un baño universitario porque vi a una niñita follando como diosa. Esa niñita me dejó con un empalme que me mojó el jodido pantalón.

—Admite que eres un desgraciado y tal vez considere algo de lo que dices —le quito el cigarro y le doy una calada. Retengo el humo, me acerco a sus labios y le suelto el vapor de tabaco haciendo que mi boca lo roce.

Su mano va a mi cintura; tan grande y rugosa que llena mi cadera. Es un mazazo que aprieta con fuerza.

—No voy admitir lo que no soy —ruge con cierto enojo.

—¿No eres cobarde, manipulador ni ambicioso? —le toco la barbilla adornada en barba oscura y rasguño su mandíbula—. Es demasiado lo que eres y la lista sigue —tiro el cigarrillo al suelo—. Pero a lo que vamos. No llegaste asediándome como un enfermo sólo para aclararme los tantos —paso los dedos por su cuello, su clavícula y los bajo a sus pectorales increíblemente duros y trabajados—. Viniste porque te matan las ganas de volver a tocarme, de besarme y de oírme, tal y como me oíste en el vestuario y en el probador de la tienda —sigo bajando, sus suspiros están en mi oreja, sus manos en mi cuerpo, el suyo aprisionándome contra el carro—. Y créeme que si lo haces; si pasas el límite —me relamo al llegar al orillo de su pantalón deportivo—... Vas a tener que tragarte cada una de las consecuencias.

Mi palma roza su bulto y le gimo cuando la potencia de su verga es percibida por mi mano.

Se la magreo por encima del pantalón, y Ciro gruñe punteándome la palma como un urgido depravado sexual.

—Te voy a partir al medio, cosita —sus ojos centellan al repararme.

—Si tan bueno te piensas que eres tócame y bésame, a ver qué tal.

Me muerdo el labio y me levanto la falda enseñándole el borde rojo de mi encaje en la tanga.

Baja la mano directo a mi muslo y me separa las piernas sólo para meterse entre ellas.

Quedo empotrada contra la portezuela, enredada a su cadera, saboreando su polla retenida en el bóxer y en el pantalón deportivo y que aún así me trasmite un calor y dureza impresionante.

Apretuja mi carne como poseso, separando mis glúteos de forma que las bragas se me entierran con su delicioso punteo. Estocadas que terminan por empaparme de éxtasis.

Amasa mi tatuaje, mi cintura y me toma desprevenida porque me besa y no tengo forma de pararlo.

Su lengua entra en mí con violencia y sus labios me devoran con tanta vehemencia que pierdo el sentido del bien y el mal.

Me permito olvidarme que soy la mala y él el arrastrado, y le raspo la nuca con mis uñas mientras me restrego en su bulto gozando de su erección tan potente como prometedora.

Presiono en su garganta y lo alejo de mí para que de una buena vez note quién tiene el control, quién permite que pase y quién corta el salseo cuando se le antoja.

—Mírame —mi uña roja marca su garganta—. Buen perro.

Se ríe, se somete porque no retruca y me alza un poco más para morder por encima del top mis senos.

—Lo que daría por llenarte de mi leche las tetas —dice casi sin voz—. Que la verga me resbale entre las dos una y otra vez y que tengas que chuparme la punta en cada embate que le de a tus pechos.

—¿Cómo? ¿Así? —me inclino a su rostro y deslizo la lengua suavemente por sus labios lamiendo el grosor de ellos como si fueran un suculento caramelo—. ¿O así?  —le atrapo el labio inferior y succiono tirando ligeramente de él.

Le araño la mejilla y me voy a su pelo. Hundo los dedos en su cabello húmedo y despeinado y tironeo echándole la cabeza hacia atrás, lamiéndole y saboreando su nuez de Adán.

—Soy muy buena con la lengua —le susurro, subiendo en lametones por su barbilla y de nuevo, su tentadora boca—. Pero también me gustan que me hagan cosas deliciosas con ella.

Me recargo de nuevo en la portezuela y bajo una de mis piernas, la otra la enlazo en su cadera y me arqueo para que vea el manjar que le ofrezco.

Le dedico una mirada sucia y lasciva, llevo mis dedos a sus labios y él se los mete a la boca, chupándolos sin dejar de mirarme.

Salivándolos como un muerto de hambre. Soltándolos y atacando debajo de mi oreja.

—Te voy a coger aquí mismo —su voz es demasiado ronca y viril, y en otras circunstancias fácil me tendría montándole la pelvis sin detenerme hasta hacerlo terminar.

Pero como bien dije... En otras circunstancias.

Presiono su glúteo con mi pierna, acercándolo a mi coño.

Quiero que se roce en mí, que me toque, que me haga chorrear y que mi sexo lata necesitado de sus estrellones.

Pero sobre todo lo quiero rogando.

—Primero vamos a jugar profesor —contoneo en círculos mi cintura, antreabriendo la boca y gimiendo alto en cada punteada que me da. Me fricciono contra su dureza y subo el tono porque esto está demasiado bueno y delicioso—. Cuando me imaginas... ¿Es así? —me toco el cuello, las tetas, me las aprieto, gimo más y más alto y me muevo con ímpetu, estimulándome con su lanza retenida por el pantalón.

—Sí —su cuerpo me aplasta.

Y es riquísimo. Su perfume, la presión de su torso, el olor a tabaco, la forma en que me embiste su cadera, la manera en que me folla con la ropita puesta.

Es inevitable no fantasear porque si me está poniendo como loca con todo esto puesto y que ahora me molesta, lo que no habrá de ser su verga dándome bien duro.

—Me gustaría tenerla resbalándose en mis pliegues —susurro en su oreja—. La punta untándose mi humedad, tus dedos separando los labios de mi coño mientras tu polla se resbala en mi canal una, y otra y otra vez.

Me da con tanta brutalidad que me enrosco en su cintura para recibir esto que me encanta. Me aferro a su espalda, le amaso los glúteos porque un culo como este merece digna atención y jadeo como puta gozando del mejor servicio.

Es que estoy ardiendo, al borde de correrme y no pienso desperdiciar un polvo así.

La tanga roza mi clítoris hinchado potenciando el placer y mi sexo empapa las bragas con una acabada delirante.

Ciro es un buen semental. Un ejemplar para ser degustado de muchas maneras.

Le repaso los brazos suavemente con mis manos. Dibujando sus venas con mis dedos y presionando la dureza de su cincelada musculatura.

—Voy a necesitar unos pantalones nuevos —gruñe punteándome un par de veces más, algo más intensas y apremiantes que las anteriores—. Y metértela toda hasta que me salga la última gota.

Lleva la mano a mi falda e intenta quitarme la tanga.

Lo aparto de una vez y le doy un bofetón fuerte que impacta en su mejilla. Que resuena y que me llena de morbosa felicidad.

—Asqueroso degenerado —espeto acomodándome la ropa.

—No te vas a ir —me toma del brazo y automáticamente le toco el bulto durísimo con mi mano libre—. Alexandra...

Su pantalón está empapado y mis yemas se mojan con su semen.

—¿Empalmadísimo, profesor? —me zafo de él y dejándolo con ganas de absolutamente todo, me chupo los dedos untados de su crema espesa y pegajosa—. Esto... Es una delicia —le gimo a drede—. Lástima que ya no quiero seguir jugando con usted.

Le da un golpe a puño cerrado al capó y yo me retuerzo de satisfacción.

—Mañana te conviene faltar a mi clase porque si te llego a ver en mi salón...

—¿Qué? ¿Me va a dar una cogida delante de mis compañeros? —le sonrío con malicia—. No das la talla, tampoco serías capaz... Y en verdad me decepciona que no lo seas.

Me sujeta la barbilla y me planta un beso rudo, voraz, salvaje. En respuesta le estampo otro bofetón, alejándome de su tentador cuerpo y de su vehículo. 

—Cuando yo juego... Yo mando —como última provocación levanto mi falda y le muestro incitadoramente mi tatuaje—. Y gano. Siempre gano.

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