Mundo de ficçãoIniciar sessãoDOMINIO ALFA ✨Ella nació con un destino marcado. Ellos, con un lazo que nunca imaginaron.✨ Onyx Riberton es la única hija del Alfa Supremo. Fuerte. Imponente. Inquebrantable. Desde niña fue entrenada para tomar el mando de una de las manadas más poderosas del mundo, y jamás se le permitió soñar con cuentos de hadas. Solo guerra. Solo liderazgo. Solo control. Pero cuando cumple dieciséis y su lobo despierta, el universo le da algo que nunca pidió: un lazo de alma. Dos, en realidad. Zoren y Devan Old Growht, hermanos betas, hijos de una manada modesta, tan distintos entre sí como la noche y el día. Uno reservado, severo. El otro audaz, encantador. Ninguno está preparado para el vínculo... y mucho menos para lo que Onyx representa. Ella no los reconoce como sus compañeros destinados. No puede. No quiere. Porque ser su pareja no significa tener su amor. Significa pertenecerle. Y aunque el corazón de Onyx arde en silencio por ellos, su orgullo, su deber y su fuerza no le permiten ceder. Así que los atrae a su mundo, poco a poco, envolviéndolos en su órbita con el único poder que conoce: el del dominio. "Dominio Alfa" es una historia donde el amor duele, el destino aprieta... y la pasión manda. Una conexión salvaje entre tres almas destinadas a chocar, amarse... y tal vez, destruirse.
Ler maisC1-EL PRECIO DE UN DESEO.
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—Cielo, ven, vamos a cantar el cumpleaños.
La niña la miró apenas un segundo y retrocedió cuando su madre quiso abrazarla. —No me arruines el vestido, mamá —murmuró con una mueca de fastidio. Rachel sonrió, aunque sintió cómo algo se le rompía por dentro, pero se consoló diciéndose que era solo un capricho infantil, que los nervios del día la tenían sensible.Antes de poder responder, Melody soltó la tablet y corrió —con su cabello rubio moviéndose como una ráfaga dorada— directa hacia su padre.
—¡Papi, cárgame para soplar las velas! John Carter, impecable en su camisa blanca y reloj de oro, la alzó con una sonrisa amplia y le besó la nariz. —Claro, princesa. El gesto de su hija fue tan natural, tan íntimo con su padre, que Rachel sintió el pecho apretarse. Aun así, se obligó a sonreír y se acercó a la mesa, fingiendo normalidad mientras los invitados rodeaban el pastel. Una empleada encendió las velas, y todos comenzaron a cantar el “cumpleaños feliz”.Ella intentó concentrarse en la voz de su hija, en el brillo de sus ojos, y cuando terminó la canción, se inclinó hacia ella con una sonrisa temblorosa:
—Cielo… tienes que pedir un deseo. Algo que quieras con todas tus fuerzas. Melody la miró en silencio y luego giró la cabeza hacia la vela, cerró los ojos y murmuró con voz clara, inocente, pero sin medir el daño que causarían: —Deseo que Isadora sea mi mamá.El aire se detuvo para todos y Rachel sintió un golpe seco en el pecho, como si el corazón hubiera olvidado cómo latir. Su sonrisa se congeló, convirtiéndose en una máscara inmóvil, mientras el murmullo de los invitados se volvía una corriente incómoda. Algunos se miraron entre sí; otros disimularon, bajando la vista o fingiendo sonrisas contenidas. Entonces, John soltó una risa forzada, pero cargada de nervios:
—Vamos, cariño, no digas tonterías. Isadora es solo la amiga de papi que te lleva a sitios bonitos. —Luego, miró a los presentes con una mueca ensayada—. Son cosas de niños, ya saben… se encariñan con cualquiera. Rachel solo lo miró con la mandíbula tensa, dejando que cada palabra dicha por su hija fuera un cuchillo que se le clavaba en el pecho. Él se giró hacia ella y, con un tono suave pero condescendiente, añadió: —Rachel, no le des importancia.Pero antes de que pudiera reaccionar, la voz aguda de Melody los interrumpió:
—¡Pero es cierto! ¡Con ella sí vamos al parque y a comer helado! ¡Ella es mejor que mamá! El silencio fue absoluto y, para Rachel, fue como si le vaciaran el estómago: un hueco que la dejaba sin aire. Llevaba siete años casada con John, siete años intentando sostener algo que hacía tiempo se había roto. Había pasado los últimos meses cuidando a su madre enferma, dejando a Melody bajo el cuidado de él, y lo había hecho por deber. Pero nunca pensó que, en su ausencia, perdería precisamente lo único que le daba sentido a su vida: su hija.El murmullo volvió, pero Rachel apenas lo escuchaba; solo podía mirar a Melody, que ahora reía sin una pizca de culpa. La niña no entendía el daño de sus palabras; sin embargo, John evitó su mirada y Rachel solo pudo quedarse ahí, sonriendo por inercia, mientras algo dentro de ella se quebraba sin remedio.
Aun así, no quiso rendirse. Así que avanzó despacio hasta quedar frente a Melody, ignorando las miradas curiosas que se clavaban en su espalda:
—Cariño —susurró, intentando que la voz no le temblara—, yo soy tu madre, yo te amo… ¿Por qué…? Estiró la mano e intentó acariciarle la mejilla con cuidado, pero Melody apartó el rostro, molesta, sin siquiera mirarla: —No quiero que seas mi mamá. ¡NO QUIERO QUE SEAS MI MAMÁ! Rachel parpadeó, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar: —¿Qué… qué dices, cielo? —intentó sonreír, aunque la voz se le quebró—. No digas eso, mi amor. Pero Melody frunció el ceño, con la seriedad de alguien mucho mayor de siete años: —Isadora es más linda. Ella me deja comer helado y me compra vestidos. Tú siempre estás triste o te vas lejos. —Su tono fue directo, inocente, pero cada palabra era un golpe certero—. Con ella sí me divierto, ya no te quiero.Rachel retrocedió un paso, mientras su mente trataba de encontrar una explicación, algo que diera sentido a lo que oía. ¿Quién era esa mujer? ¿Por qué su hija hablaba de ella con tanto cariño? ¿Qué estaba pasando mientras ella cuidaba a su madre enferma?
Tragó saliva, intentando mantener la calma, y su mirada se clavó en John, buscando respuestas, algo que la ayudara a no derrumbarse ahí, frente a todos. Pero él la evitó por unos segundos, fingiendo ajustar su reloj, hasta que finalmente la miró. —John —su voz salió baja, temblorosa pero firme—, ¿qué significa esto? ¿Quién es Isadora? Él suspiró, pasándose una mano por el cabello con gesto impaciente: —Rachel, no empieces aquí —dijo entre dientes, sin molestarse en disimular el tono autoritario—. No es el momento. —¿No es el momento? —repitió ella, con una risa incrédula que apenas contenía el llanto—. ¿Mi hija acaba de decir que quiere otra madre y tú me pides que no empiece? ¡Dímelo, John! ¿Quién diablos es esa mujer?ZORENNunca fui fanático de las actividades físicas "ironías de la vida siendo guerrero, lo sé" pero aquí estamos, acampando en el bosque con Joseph y Lior. Ya tienen diez años, y aunque no nacieron Alfas, los hemos criado como verdaderos guerreros. Ferozmente inteligentes, leales, valientes y con mucho amor... nuestros pequeños lobos.Devan está contando una de sus historias épicas junto al fuego, como todo un lobo feroz, mientras mi princesa guerrera se aleja dando un pequeño paseo. La observo de inmediato. No necesito decirlo, mi cuerpo simplemente la sigue.—¿A dónde cree que va mi Alfa… sola… y con esa barriga redonda donde lleva a nuestra futura Alfa Suprema?Ella gira y me sonríe. Su pancita de ocho meses se agita dulcemente bajo su mano. La acaricia con orgullo.—Solo caminaré cerca, guerrero… —me responde con la voz de nuestra Alfa. Firme, segura, hermosa.Pero la alcanzo. Toco su brazo y deteng
ONYXLos abrazo como lo que son: míos. Mis compañeros. Mi todo.Pasamos la noche entre caricias y susurros. Zoren está sanando más rápido de lo que cualquier sanador esperaría. Saben que es un Beta de bajo linaje, su sangre no es pura, y una herida así... sin mi sangre, ya estaría muerto.No dormí. Reflexioné. Las palabras de mi padre me persiguen desde nuestra última reunión, justo antes de partir:—"Hija... sé que no los valoras ahora, pero escúchame bien: si no los valoras cuando están contigo, aprenderás a valorarlos cuando ya no los tengas. Ese fue mi error con tu madre. Y mírame... cuántos años de soledad."Tenía razón. No puedo perderlos. Me aman, lo han dado todo por mí. Y yo... yo solo los he castigado y alejado.Al amanecer, Zoren me sorprende. Me acerco al balcón para observar el bosque, y él se acerca sigiloso. Me envuelve con sus brazos, besa mi cuello y dice con esa voz ronca y peligrosa que derrite a Eko al in
ZOREN Lo acepto por su mandatos. Pero lo odio.Odio el maldito bosque, el barro hasta las rodillas, los insectos, el silencio tenso que precede a lo peor.Pero aquí estoy. De pie, con la espalda recta, vigilando los límites de Luna Blanca. ¿Por qué? Porque ella lo ordenó. No por respeto. No por deber. Por ella.Llevo horas sin moverme más que para respirar. El sudor se seca bajo la armadura, el viento me arranca pensamientos, y todo parece en calma... hasta que no lo está.El ataque es brutal.Salen de las sombras como si hubieran nacido en ellas. Demonios. Poderosos. Letales. Siento la energía negra trepar entre los árboles antes de verlos. Somos pocos, y aunque se envía aviso a los puestos cercanos, es inútil. No hay tiempo. No hay refuerzos. No hay piedad.No soy un guerrero experto. Nunca lo fui. Fui criado para pensar, para actuar con astucia, para planear. Pero hoy no hay tiempo para pensar. Solo reaccio
DEVAN Simplemente no puedo creer lo que me pide nuestro guía, el beta Aitan.—¿Eso fue exactamente lo que dijo tu Alfa? —le pregunto nuevamente, con el ceño fruncido y el pulso acelerado.Aitan asiente, sin inmutarse.—Sí, señor Consorte. La Alfa pidió que lo guiemos a sus deberes. Específicamente ella así lo dispuso.“Señor Consorte”.No importa cuántas veces lo escuche, todavía se siente ajeno. Extraño. Como si no me perteneciera del todo. Como si le perteneciera a ella... pero de una forma que aún no comprendo del todo.—¿Y por qué yo? —insisto, aunque sé que la respuesta no cambiará nada.Aitan me mira con la misma paciencia con la que uno mira a un cachorro testarudo.—Porque usted es el primero que ella marcó. Y porque confía en usted. Las palabras exactas fueron: “Solo Devan sabrá cómo hacerlo perfectamente.”Aprieto la mandíbula. Una ráfaga de calor me recorre la columna, mezclando org
ONYX —"¿Ahora sí necesitas de mí, Alfa? "—me pregunta con esa voz rota que me parte el alma.No respondo.Solo lo abrazo más fuerte, como si al apretarlo pudiera borrar lo que he hecho.Como si su calor me salvara de mí misma.—Pensé que te molestaba mi presencia.Silencio.No se aparta, no me empuja. Pero tampoco me abraza. Solo permanece quieto.Y yo… me aferro más.Me pierdo en su cuerpo, en su aroma, en su silencio.Me acaricio a mí misma, buscando consuelo, buscando perdón sin palabras.Pero él no se mueve. No reacciona.Las horas pasan, y Devan entra.Huele a sudor. Ha estado corriendo.Siento su energía desde que cruza la puerta. No dice nada.Solo va directo a la ducha, se asea, se cambia, y vuelve a la cama con un pantalón corto.No me mira. No me besa. No me toca.Se acuesta… y eso es todo.Amanezco entre sus brazos.O
ZOREN Esto es casi irreal. Siempre quise ser invisible. Trabajar en mi computadora, tener una casa tranquila, casarme con Amelia y vivir feliz. "Eso era todo". Pero ese sueño se vino abajo el día que ella entró en mi vida... No, peor aún: cuando la dejé entrar en mi corazón. Poco a poco. Silenciosa, implacable. Como una tormenta disfrazada de luna. Y soy consciente de que fui yo quien lo permitió. Onyx no es culpable. Ella lo intentó todo: nos rechazó, nos expulsó, hasta intentó liberarnos. Pero fui yo quien se aferró. Tal vez fue aquella primera vez, cuando me azotaron y ella me curó con su sangre. O cuando ordenó castigarme por haber intentado dominarla tomándole el cuello. O simplemente... me enamoré de ella cuando me rechazó. Pero lo único que sé ahora es que ya no puedo vivir sin ella. Amar a Onyx Riberton se ha convertido en todo mi mundo. Y por supuesto, eso me trajo aquí: A este título. A estas obligaciones. A este poder. -Señores Consort
Último capítulo