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Cap 4. Old Growht Zoren.

DEVAN

Llegar a Vyreon fue como llegar a otro mundo.

¡Esto es increíble!

Construcciones tecnológicas, paisajes de ensueño y todo milimétricamente cronometrado. Vi universidades, escuelas, centros médicos, casas, edificios, torres...

Pero justo después de cruzar el gran portón de Vyreon, la vi bajar del auto.

Me imaginé que saldría a correr. No podía dejar de mirarla: ese cabello corto hasta los hombros, su espalda recta, su cuerpo, sus curvas… Definitivamente, la Diosa Infernal. "Es una maravilla."

Pero cuando llegamos a la casa principal, también llegamos a nuestra prisión. O bueno… eso parece.

No puedo imaginar cómo estará Zoren. Siempre evadió y negoció para no pertenecer a las filas de defensa de los guerreros de Luna Serena. Siempre usó su cerebro, incluso me incluyó en su plan: serviríamos con nuestra mente, con nuestra carrera. Seríamos fieles, sí, pero sin pasar por el ciclo militar.

Nunca quiso ser guerrero. Zoren es diferente: serio, rígido, autónomo. No le gusta recibir órdenes. Y ahora… estamos aquí. Prácticamente enlistados. ¿Estará pensando en volver a negociar? No lo sé.

Vamos en séptimo semestre, casi terminamos la carrera. Solo espero poder seguir. Bueno, cuando llegué, hablé con un chico y me contó que aquí no se le niega la educación a nadie.

No somos esclavos, simplemente guerreros. Tenemos derechos, podemos salir… pero debemos obedecer.

La habitación es milimétricamente organizada. Todo minimalista, brillante, impecable. Apenas nos dieron tiempo para descansar, me tiré en la cama y dormí. El viaje me dejó molido. Estaba estresado. No dije una sola palabra. Sabía que cualquier detonante haría estallar a Zoren como una bomba.

Está molesto, está herido… y ni hablar de cómo se despidió de Amalia.

Lo peor: justo al entrar en la casa, vi que había un interruptor para la señal de internet. No podremos comunicarnos, a menos que ellos lo permitan. Se lo pregunté a mi compañero. Estaba interesado en mandarle un mensaje a Katy.

Tres horas después me levanto, me aseo y salgo al comedor. Zoren también. Justo ahí se da cuenta de que no hay señal.

—¡Mierda! Devan, ¿te has dado cuenta de que no hay internet? ¿Que no hay señal?

Asiento.

—Lo sabía. Le pregunté al guerrero que venía conmigo. Me explicó que nos ponen un bloqueador. Si queremos tener acceso, hay que ganárselo.

—¡Mierda! —repite, apretando los dientes—. Nos tratan como prisioneros. Y ni siquiera pude contarle a Amalia.

Cuando llegamos al comedor, sonrío. Bueno, al menos podré divertirme un poco.

Hay muchas lobas. Hermosas. Jóvenes. Guerreras, creo. Están recibiendo alimento.

Por supuesto, hay muchos más hombres, pero ellas no pasan desapercibidas. Esa era mi principal preocupación.

Solo espero poder escaparme un poco y hacer algunos amigos. En cambio, Zoren está a punto de estallar. Aprieta los puños, se le marca la mandíbula. Sus ojos… no puede más.

Los horarios son estrictos. Solo tenemos una hora, tres veces al día, para comer. Nada más.

¡Wow! Esto va a ser duro.

Apenas termina la cena, cierran las casetas de comida. Sin excusas.

Camino por ahí. Quiero conocer el lugar. Me acerco a una chica.

—Hola, soy Devan. ¿Y tú?

—Hola, soy Lily. Guerrera de Estrella Lunar.

—¿Estrella Lunar? ¡Wow! ¿Vienes desde lejos?

—Sí, pero el Alfa Supremo hizo pruebas. Nos enlistamos, y salí afortunada. Llevo tres meses aquí. ¿Y tú?

—Yo soy nuevo.

Tiene el cabello rizado, un cuerpo espectacular. Ojos castaños claros y piel tostada. Agradable a la vista, para ser sincero.

—¿Tienes celular? ¿Tienes señal? Estoy un poco confundido. Aún no recibí inducción —le digo.

—¡Ah, claro! No somos prisioneros, somos guerreros. Es el mayor orgullo —lo dice con un entusiasmo que me descoloca.

Me conmueve. Me presta su celular.

—¿Pero a quién vas a llamar? Las llamadas están sincronizadas en un centro especial. Todo lo que pasa hacia allá o hacia acá tiene una recepción previa.

Ten cuidado. Que sea alguien cercano. No violan conversaciones, pero hay palabras clave que, si las usas, activan la vigilancia.

—Sí, jaja. Mi hermano estudia eso. Bueno, aún no es programador, pero está en eso.

—Ah, yo también estudio. Farmacología. Me enlisté para poder pagar la carrera. En mi manada es carísima.

—Pues me alegra que estés aquí, Lily —le digo, mientras le devuelvo el celular—. Y gracias... por confiar.

Ella sonríe, se encoge de hombros y me guiña un ojo. Tiene esa vibra cálida que te hace sentir menos prisionero. O menos confundido, al menos.

—Nos vemos en entrenamiento mañana —dice, dándome un leve golpe en el brazo antes de alejarse.

Entrenamiento. Ah, cierto. Mañana empieza la verdadera diversión… aunque pensé que era inducción.

Me quedo parado un rato, viendo cómo se pierde entre los pasillos. No porque me haya gustado. Bueno, sí. Pero también porque no quiero volver a la habitación. No todavía.

Respiro hondo. Este lugar es un rompecabezas de estructuras, horarios y reglas. Vyreon parece perfecto, pero se siente... vigilado. Artificial. Como un experimento. Y nosotros somos las ratas.

Camino por los pasillos vacíos. El silencio es raro aquí. Todo está cronometrado. Las luces bajan intensidad automáticamente.

Las cámaras giran con suavidad, como si no quisieran que notaras que te observan. Pero lo hacen.

Vuelvo a la habitación y Zoren ya está dormido. O eso aparenta. Está de espaldas, pero sé que no duerme. Su respiración es demasiado regular para ser real.

—Buenas noches, hermano —susurro, por si acaso.

No dice nada, y yo tampoco lo presiono. Solo me tiro en mi cama y miro el techo.

No sé en qué momento me quedo dormido.

Un pitido estridente me despierta. Es como si me taladraran el cráneo. Abro los ojos y ya está todo iluminado.

El reloj digital en la pared marca las 5:00 a.m. ¿Es una broma?

Una voz metálica suena por el sistema de altavoces:

“Guerreros asignados al grupo 31, presentarse en la pista de entrenamiento en quince minutos.”

Zoren lanza una carcajada amarga.

—¿Nos van a entrenar como si fuéramos reclutas?

—Al parecer —respondo, mientras me siento con dificultad—. Buenos días, Vyreon.

Nos ponemos el uniforme que nos asignaron: negro, con detalles grises y el símbolo de Vyreon bordado en la manga. Me queda bien. Me hace ver… como un maldito soldado.

Salimos al patio central. Hay una pista de entrenamiento tres veces más grande que cualquier campo de fútbol, con zonas divididas por muros, plataformas, simuladores y obstáculos.

Guerreros de todas las edades ya están allí. Algunos trotan, otros hacen estiramientos. Todos se ven preparados.

Un silbato suena fuerte y seco, rompiendo la madrugada.

—¡Grupo 31, formados! —grita un hombre desde el frente.

Reconozco su voz antes que su cara. Es el mismo que nos miraba de reojo anoche. Beta de alto rango, uniforme negro con líneas doradas. En su brazo, el número: 31 Grup. Miro mi manga por impulso. Lo mismo.

Zoren camina a mi lado, tenso como una cuerda a punto de reventar. Nos formamos junto a otros. Unos veinte, más hombres que mujeres, todos nuevos.

—Buenos días —dice el Beta, con un tono que no suena precisamente cordial—. Soy Albert Hall, y estaré a cargo de ustedes. Desde hoy, forman parte oficial del escuadrón treinta y uno. Guerreros en formación de Vyreon.

Hace una pausa. Camina despacio frente a la fila, como si leyera nuestras caras.

—De cinco a seis cuarenta de la mañana harán entrenamiento físico. Todos los días. Correrán, se inclinarán, cargarán, resistirán. Si vomitan, corren más. Si se quejan, también.

Alguien traga saliva cerca de mí.

—De siete a ocho desayunarán. Tendrán exactamente una hora. Luego irán a sus habitaciones a asearse, cambiarse y recibir su equipo personal.

Empieza el entrenamiento sin más. Corremos por todo el perímetro del patio. Vueltas interminables. Luego vienen las flexiones, abdominales, inclinaciones. Sudor, tierra y jadeos. Algunos se doblan por el esfuerzo. Otros intentan fingir que no les arde cada músculo. Yo solo sigo, con la mente en blanco, y Zoren... bueno, Zoren parece un volcán contenido.

Lo peor: Zoren hace una última flexión y se para, molesto.

—¡Renuncio a esta m****a! ¡Yo nunca pedí venir! —grita, y empieza a dirigirse a los dormitorios.

El Beta Hall lo grita como loco:

—¡Regrese a su puesto, guerrero, o lo castigaré con otra sección!

Pero Zoren alza los hombros, indiferente, y se va.

Yo me quedo petrificado.

—Zoren… Zoren, por favor, regresa.

—¡Continúe, guerrero! —me reprende el líder, y entonces pasa lo peor.

—Guardias, denle la bienvenida a un rebelde. Old Growht, Zoren.

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