DOS DIAS DESPUÉS.
La camioneta negra avanzaba por la Quinta Avenida como un animal silencioso. Dentro, el ambiente olía a perfume caro y cuero italiano. Aria observaba por la ventana, intentando ocultar la presión que sentía en el pecho.
Sofía, en cambio, estaba pegada al vidrio como una niña entrando a Disneyland.
—Aria… —susurró, casi sin respirar—. ¿Viste ese vestido? Creo que era de edición limitada de Elie Saab.
—Respira —respondió Aria, fingiendo calma—. Aún no hemos entrado.
Alessandra Marchetti iba sentada frente a ellas, impecable como una reina europea. Sus piernas cruzadas con elegancia, su mirada serena pero dominante.
—Chicas —dijo con tono suave pero firme—. Hoy no vengo como la madre de Victtorio. Vengo como su aliada. Las dos deben lucir como mujeres Marchetti. Especialmente tú, Aria.
Aria la miró de reojo.
—¿Por qué especialmente yo?
Alessandra sonrió apenas.
—Porque en esa fiesta habrá ojos que no quiero que te subestimen.
Y otros… —suspiró con d