La cocina de la mansión estaba sumergida en una calma tensa, rota solo por el sonido del cuchillo de Carter contra la tabla de cortar. Sofía lo observaba, no con miedo, sino con una curiosidad afilada. Los ecos de la pasión que bajaban del piso superior se habían disipado, dejando un silencio sepulcral.
—Cuéntame de ella —soltó Sofía de pronto, rompiendo la quietud—. Cuéntame de Isabella.
Carter ni siquiera se inmutó, manteniendo su mirada en el sartén.
—No es un nombre que debas pronunciar en esta casa, Sofía. Come y cállate.
Sofía se levantó lentamente, rodeando la isla de la cocina hasta quedar a centímetros de él. Con una audacia que sorprendió al ejecutor, ella extendió la mano y le acarició el antebrazo, justo sobre la cicatriz de una vieja bala.
—Aria está sufriendo por un fantasma —susurró ella, acercándose a su oído, dejando que su perfume lo distrajera—. Tú sabes que algo no cuadra. Sé que eres leal, pero también sé que eres inteligente. La historia oficial dice qu