El salón del Consejo estaba en silencio absoluto. Todos los presentes aguardaban expectantes mientras los diez ancianos pronunciaban la sentencia que acabaría de una vez con la manada Luna Nueva.
Erick, todavía de pie en el centro de la sala, parecía no comprender lo que acababa de escuchar. Sus ojos, enrojecidos por la ira y la incredulidad, se movían de un lado a otro buscando apoyo, pero solo encontraba miradas severas, algunas cargadas de desprecio y otras de pura indiferencia. Los pocos miembros que aún le quedaban habían bajado la cabeza, resignados a su destino.
—En cuanto a ti, Erick de la manada Luna Nueva —continuó la anciana que lideraba la asamblea—, serás despojado de tu rango de alfa y marcado como desertor. Desde este día no tendrás derecho a portar el estandarte de ninguna manada ni recibirás amparo bajo nuestras leyes.
La mujer hizo una seña y dos guardianes avanzaron, portando una antorcha ceremonial cuya llama ardía con un resplandor blanquecino. En sus manos tambié