capítulo 82 — El secuestro.
El salón del consejo se había ido quedando vacío a tientas, como si el aire mismo hubiera decidido escabullirse. Las conversaciones se habían atorado en la garganta de los presentes cuando Emili y Diana desaparecieron; lo que antes había sido diplomacia contenida y miradas tensas, ahora se había transformado en un zumbido de alarma. Adrián sintió ese cambio como un golpe. La mesa ante él parecía pequeña, los papeles irrelevantes. En su interior todo se encendía.
—Iré a ver si Emili está bien —dijo de pie, sin pedir permiso.
Intentó el enlace mental al primer intento y no obtuvo respuesta. En la sala, algunos alfas miraron con respeto; otros con recelo. Diego, la voz de la manada del sur, se levantó al mismo tiempo, su expresión refleja del mismo desconcierto.
—Algo anda mal —dijo—. No puedo contactar a Diana.
La frase fue la confirmación. No era solo su luna; algo había pasado con otra luna. Los betas y gammas se movieron como un solo cuerpo: Mateo, Leandro. Las manos en los bolsos qu