Después de varias semanas compartiendo con su familia y recuperando un tiempo que había estado perdido, la calma en la manada Luna Creciente comenzó a verse interrumpida por la proximidad de un acontecimiento inevitable: la reunión anual de líderes.
Aquel evento no era un simple encuentro social. Durante esos días, los alfas de todas las manadas del mundo se reunían en el territorio del Consejo, un lugar neutral y protegido, donde ni siquiera la más mínima hostilidad estaba permitida. El propósito de esas reuniones era múltiple: se formaban alianzas, se firmaban tratados, se establecían conexiones estratégicas, pero, sobre todo, se trataban en común los temas que garantizaban la supervivencia de las comunidades.
Si bien cada manada mantenía sus propias reglas y costumbres, existían normas universales dictadas por el Consejo que no podían quebrantarse:
La seguridad y protección de cada miembro de manada era prioritaria.
El vínculo con la diosa luna era sagrado.
Nadie podía arrebat